Memoria Obligatoria: San Isidoro, Obispo y Doctor de la Iglesia
Viernes, 26 de abril del 2024
Homilía: V Domingo de PACUA. Ciclo B
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Hch 13, 26-33: “Nosotros les anunciamos la Buena Noticia (de) que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús”.
- Salmo Responsorial: 2, 6-7.8-9.10-11: “Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”.
- Evangelio. Jn 14, 1-6: “Que no tiemble su corazón; crean en Dios y crean también en mí”.
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”
En estos tiempos modernos, cuando necesitamos llegar a algún lugar, utilizamos los medios electrónicos que nos van mostrando la ruta, indicando paso a paso dónde doblar y cómo seguir para llegar más rápido.
Nosotros andamos en búsqueda de la ruta que nos conduzca al cielo. Hoy le preguntamos al Señor cómo llegar a la vida eterna. Él nos indica la única dirección, la que nos llevará a nuestro destino final y en el tiempo más corto. Cuando Tomás le pregunta: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?», la respuesta es contundente: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”.
Aquí está la respuesta, aquí está la ruta, es el mismo Jesucristo, Él es el que nos lleva a encontrarnos con nuestro Padre Celestial.
Debemos tener cuidado, pues nos puede pasar como a los habitantes de Jerusalén que no entendieron las profecías. Tenían los signos que indican la senda, pero lo dejaron pasar absortos en otras cosas y condenaron a muerte a ese camino, a esa verdad, a esa vida. Sin embargo, Dios recalculó y resucitó de entre los muertos a Aquél que nos puede llevar hasta nuestra casa; nos dio otra oportunidad de encontrar la ruta, por esto hizo nuevos testigos que nos anuncian el sendero a seguir.
Es importante recordar que, aún con estas indicaciones claras, podemos perdernos y despistarnos con el paisaje, con las luces parpadeantes del mundo, que nos ofrece rutas alternativas que no llevan a ninguna parte, y que, aunque la voz del Señor nos indica que doblemos a la izquierda, seguimos derecho por esta otra senda.
Se nos invita en el salmo a ser sensatos; a servirle con temor, rindiéndole homenaje, y en el Evangelio el mismo Jesús nos dice: «en la casa de mi Padre hay muchas estancias… Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes”. Pongamos nuestra mirada muy atentos en los ojos del Señor y podremos al fin llegar donde tiene este sitio preparado para nosotros, sigamos su ruta.
Este camino que Jesús nos señala no está exento de dificultades o desviaciones. Vivimos en un mundo lleno de distracciones y tentaciones que pueden hacernos perder el rumbo. La fe, la oración y la comunión con la Iglesia son nuestros mapas y señales en esta travesía. Como los discípulos en el camino a Emaús, a veces no reconocemos a Jesús que camina a nuestro lado, explicándonos las Escrituras y calentando nuestros corazones. Es en la fracción del pan, en la Eucaristía, donde nuestros ojos se abren y reconocemos que Él ha estado grande con nosotros. Siguiendo esta ruta, alimentados por la Palabra y el Cuerpo de Cristo, fortalecemos nuestra fe y renovamos nuestra determinación de seguir el camino hacia la vida eterna, conscientes (de) que, aunque a veces el camino parezca largo y difícil, Jesús mismo nos acompaña en cada paso, guiándonos hacia la casa del Padre.
(Guía Litúrgica)
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