Martes, 12 de marzo del 2024
Color: MORADO. IV Semana del Salterio
- Primera Lectura. Ez 47, 1-9.12: “Me hizo salir por la puerta del Norte y me dirigió por fuera a la puerta exterior que mira al Levante”.
- Salmo Responsorial: 45, 2-3.5-6.8-9: “El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob”.
- Evangelio. Mt 18, 21-35:“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
“Levántate, toma tu camilla y echa a andar”
El profeta Ezequiel nos muestra un gran templo, un culto organizado en sus mínimos detalles, una preocupación por la justicia del príncipe en sus relaciones con el pueblo y una ecuánime distribución de la tierra; todo esto constituye un reino utópico. La justificación y mensaje de esta visión utópica es que hombres y naciones tienen necesidad de esperanzas, que nunca se realizan completamente, pero permiten continuar el camino hasta encontrar las corrientes de agua vivificante que todo lo cubren y sanean, para convertirse en fuente de vida.
En este capítulo en concreto el templo es fuente de agua viva, cuya organización se interrumpe con una visión simbólica; el profeta ve una corriente de agua que brota de los fundamentos del templo, se vuelve cada vez más profunda y recorre el país hasta llegar al Mar Muerto, cuyas aguas son saneadas.
Entendiendo el templo como lugar donde habita Dios, todo se vuelve vida, de ahí que se haga alusión a momentos de la creación. El templo es casa de oración para los cristianos, donde se va cubriendo la vida para la conversión; por tanto, dejémonos sumergir poco a poco en las aguas del Espíritu de Dios que paulatinamente va fortaleciendo nuestra vida para “propiciar la reconciliación” nuestra con Dios y con nuestros hermanos.
En el pasaje evangélico para hoy Jesús vuelve a transgredir el sábado. Esta vez con un paralítico postrado en una camilla. El sábado no es un impedimento para Él. El mayor impedimento personal que encuentra está en el paralítico, a quien Jesús le pregunta si quiere quedar sano, y el paralítico le contesta que no tiene quien le ayude.
El paralítico no percibe el rasgo salvador que tiene la pregunta “si quieres quedar sano”, más bien como dependiente que es espera la ayuda de alguien para que lo lance al agua, creyendo en la superstición; pero no espera el gesto salvador de la curación que le ofrece Jesús. El paralítico tiene puesta sus esperanzas en las aguas de la piscina, y no en la palabra de quien le habla.
Jesús, compadecido de aquel hombre, sabiendo que llevaba mucho tiempo esperando, le dice: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”. Y al momento el hombre quedó sano. Sólo una palabra de quien es la fuente de agua viva hizo posible la curación de aquel hombre. ¿Por qué a veces nos empeñamos en ver una vertiente de la fuente, y no la fuente misma de la vida? La vida no tiene una sola oportunidad, ni tampoco una sola visión. La vida tiene muchas maneras de brillar y Jesús ofrece una que es liberadora.
(Guía Litúrgica)
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