IV Semana del Salterio
- Primera lectura: 2Sam 7,1-5.8b-12.14.16: La casa la construiré yo.
- Salmo Responsorial: 88, 2-5.27-29: Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca.
- Segunda lectura: Rom 16,25-27: Dios tiene poder para fortalecerlos.
- Evangelio: Lc 1,26-38: ¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!
Color: MORADO
No hay Navidad sin tu sí, sin nuestro sí
Un día un hombre encontró a un amigo de rodillas en el suelo buscando algo y le preguntó: ¿Qué estás buscando? La llave. He perdido la llave de casa. Los dos arrodillados buscaban y buscaban la llave sin encontrarla. Al cabo de un rato, le preguntó al amigo: ¿Dónde la has perdido? Y le contestó: en la casa.
Dios mío, ¿por qué la buscas aquí?
Porque aquí hay más luz.
Hermanos, ¿estamos aquí en la iglesia del Pilar porque está bien iluminada y hay más luz?
¿Estamos aquí porque es más fácil encontrar a Dios en un lugar sagrado?
¿Estamos aquí porque es la casa donde Dios habla?
Déjame que te diga una cosa: no encontrarás aquí a Dios si lo has perdido en tu corazón. Es ahí donde tienes que buscarlo. En tu corazón Dios ha hecho su primer templo. Búscalo ahí. Si ahí no vive tampoco lo encontrarás aquí.
¿Quién puede construir un templo más magnífico que el templo del corazón humano?
Estos días escribía yo cartas a familiares y amigos y les decía: un virus puede paralizar y desprogramar todas las computadoras del mundo, pero no puede desprogramar mi corazón, está programado por Dios y Dios lo ha programado para amarle y amaros a vosotros.
¿Está tu corazón programado para amar a Dios y a los hermanos?
El pecado: la envidia, la lujuria, la avaricia… es el virus que te puede desprogramar.
El corazón, tu corazón, es el templo que Dios quiere construir, el templo en el que Dios quiere habitar.
Tal vez te preguntes y ¿a qué viene todo esto?
El Rey David, nos ha contado el 2 libro de Samuel, dijo al profeta Natán: «Yo vivo en una casa cubierta de madera de cedro mientras que el Arca del Señor vive en una tienda de campaña». Voy a hacer un templo para mi Dios.
Dios dijo a David: «Yo te daré un descendiente, yo engrandecerá a tu hijo, sangre de tu sangre y consolidaré tu reino».
Yo te daré un hijo, no un templo.
Yo te daré un corazón de carne, no de piedra.
Ahí estaré vivo, mi espíritu será la sangre.
Mi hijo será el templo en el que todos caben.
¿Quién puede construir un templo más magnífico que el templo del corazón humano? Sólo Dios.
Dios ha programado tu corazón para que lo busques, ¿sabes manejar el ratón?
Dios ha programado tu corazón para que lo ames, ¿tienes el virus del enemigo?
Dios ha programado tu corazón para vivir en él, ¿le haces sitio?
El Señor dice en el evangelio, si cuando vas al templo a presentar tu ofrenda, te acuerdas de que estás enemistado con alguien deja… porque Dios no está donde tiene que estar en primer lugar: en tu corazón.
Todos nos desprogramamos alguna vez.
Todos vivimos en la frontera del amor alguna vez.
Todos hacemos incómoda la vida a Dios alguna vez.
Todos ponemos en off la voz de Dios alguna vez.
¿Todos?
Hubo una mujer nos dice el evangelio de Lucas, llamada María, de un pueblecito, Nazaret, escogida por Dios y programada por Dios para ser la madre de Jesús y para ser el templo vivo de Jesús.
«Alégrate tú, la amada y favorecida. El Señor está contigo».
María no es una anciana, no es estéril como su prima Isabel. Es joven y virgen, tiene novio, pero no ha tenido relación carnal con ningún hombre.
Y Dios, de puntillas, le pide su colaboración para ser madre, la madre de Jesús.
Y Dios, conteniendo la respiración espera ansioso la respuesta de esta virgen que tiene novio y es la envidia de todos los mozos de Nazaret.
Y Dios está en vilo, esperando su respuesta.
Tú y yo sabemos que dijo «sí».
Pero, cuánto cuesta un sí de verdad y para siempre.
Recuerdas la primera vez que le preguntaste a tu novia: ¿me quieres? ¿Te quieres casar conmigo?
Ese sí que te ata y te compromete.
Ese sí libre y gozoso que te abre las puertas del amor y de la vida.
Ese sí que salva y orienta la historia.
Cuando dejaste de preguntar, de decir: ¿me quieres? Ese primer sí se iba convirtiendo poco a poco en menos sí, en más no.
Tú y yo sabemos que María dijo sí siempre.
Siempre abierta a Dios.
Siempre cubierta por la nube de la presencia de Dios.
Siempre fecundada por el esperma de la Palabra de Dios.
Siempre guiada por el Espíritu Santo.
Hoy es también la Anunciación de Dios a nuestra parroquia.
No hay Navidad sin tu sí, sin nuestro sí.
Dios nos necesita para hacer Navidad.
(parroquiadelmundoorg)
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