18 de mayo del 2025
- Primera lectura: Hch 14, 20-26: Contaron lo que Él había hecho por medio de ellos.
- Salmo Responsorial: 144: El Señor es clemente y misericordioso.
- Segunda lectura: Ap 21, 1-5ª: Todo lo hago nuevo.
- Evangelio: Jn 13, 31-35: El amor será la señal de la pertenencia a Jesús.
Color: BLANCO
“Les doy un mandamiento: que se amen”
En los Hechos, Pablo y Bernabé exhortan a los discípulos a perseverar en la fe, recordando que el Reino de Dios exige pasar por dificultades. Este llamado resuena en nuestro peregrinar espiritual, donde las pruebas son oportunidades para crecer en confianza y dependencia de Dios. La perseverancia no solo es resistencia pasiva, sino un compromiso activo de ser testigos de la fe en cada circunstancia.
El Salmo proclama la grandeza de un Dios que es clemente y misericordioso. Este Dios se inclina hacia nosotros, cariñoso con todas sus criaturas, mostrando una fidelidad que no vacila. Este mensaje nos recuerda que, incluso en medio de las pruebas, Dios permanece cercano y amoroso. María y José vivieron esta experiencia en su día a día, confiando plenamente en la providencia divina.
La visión de Juan en el Apocalipsis nos lleva a imaginar un mundo transformado por la presencia de Dios. La nueva Jerusalén, adornada como una novia, simboliza la plenitud de la comunión entre Dios y la humanidad. Este horizonte jubilar nos impulsa a no solo esperar pasivamente la renovación, sino a trabajar activamente por ella, comenzando por nuestras propias acciones.
Jesús nos entrega el mandamiento nuevo: “amar como Él nos ha amado”. Este amor, reflejado en la entrega total y desinteresada, es el distintivo de los discípulos de Cristo. En este Año Jubilar, el mandamiento del amor encuentra su aplicación en el servicio a los demás, especialmente a los más necesitados, y en la construcción de relaciones basadas en la justicia y la misericordia.
Estas lecturas nos invitan a profundizar en nuestra relación con Dios, perseverando en la fe, confiando en su misericordia, y participando activamente en la construcción de su Reino. María y José son faros que iluminan nuestro camino, mostrándonos que, en la sencillez y la entrega, podemos ser instrumentos de transformación. Que, inspirados por su ejemplo, vivamos como peregrinos de esperanza, proclamando con nuestras vidas el amor, la gloria y la misericordia de Dios, mientras avanzamos hacia los “cielos nuevos y tierra nueva”. ¡Que María y San José nos acompañen siempre en nuestro caminar!
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