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  • Primera Lectura. II Sam 7, 4-17: “Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y su trono será estable para siempre”.
  • Salmo Responsorial: 88, 4-5.27-28.29-30: “Le mantendré eternamente mi favor”.
  • Evangelio. Mc 4, 1-20: “¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar”.

Según el diccionario la palabra fértil la utilizamos para describir la capacidad de producción, crecimiento o reproducción no solo en la agricultura sino también en términos más generales de productividad; es la capacidad de generar vida o resultados. Ser fértil, por tanto, va asociado a la fecundidad, la abundancia, fructífero y productivo.

El cristiano que da frutos – que es fértil – permite que su corazón sea iluminado y traspasado por la Palabra. La acoge, recibe y hace crecer confrontando su vida con la luz que emana del mensaje escrito. Sin embargo, crecer y dar vida a la Palabra requiere de constancia y de una actitud presta a la apertura y a la aventura del cambio. Implica altas y bajas, receptividad y confrontamiento, entusiasmo y confusiones, compasión y autocompasión… en fin, disposición.

Algunas personas, sin embargo, reciben la Palabra de diversas maneras. Algunos la reciben con entusiasmo, pero al caminar hacia Dios las preocupaciones del diario vivir van mermando y apagando lo que había iniciado con tanta alegría. Se desaniman ya que nunca se habituaron a la Palabra. Otras personas se abren poco a la experiencia o no permiten que ella penetre en el corazón endurecido; simplemente nunca tuvieron el interés inicial requerido. Pero la Palabra sigue siendo para todos en todo momento. No discrimina el terrero sino, más bien, se da gratuita y constantemente sin distinciones. La fertilidad depende de la Palabra fecunda. Es la tierra y el cuidado de esta que hace crecer o no lo recibido.

Existe, pues, una diversidad en la acogida de la Palabra. Hoy se nos desafía a ser como la tierra fértil que produce fruto, manteniendo una fe constante y una relación creciente con Dios. Cuando la Palabra de Dios se siembra y se cultiva en corazones receptivos, siempre producirá una cosecha abundante y fructífera. Como nos narra la primera lectura, si damos importancia a la oración, al plan de Dios que trasciende nuestras expectativas, a las promesas de un Reino eterno y a la gratitud por las bendiciones recibidas podremos convertirnos en tierra fértil capaz de hacer crecer la semilla de la Palabra. Algunos tendremos que sacar piedras, cuidar las raíces que ya tenemos, limpiar nuestras espinas y dedicar tiempo a preparar la tierra. Pero a todos se nos regala la Palabra abundantemente para que hagamos vida las promesas de un Reino eterno. Pues, partiendo del significado de la palabra fertilidad y de la parábola de hoy contéstate las siguientes preguntas: ¿Soy fértil para Dios? ¿Soy fértil en mi familia? ¿Comunidad? ¿Trabajo?

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