• Primera lectura. Hb 10,1-10: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
  • Salmo Responsorial: 39,2-4ab.7-8a.10: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
  • Evangelio. Mc 3,31-35: “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

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¿Te ha confundido alguna vez la actitud de Jesús cuando, al saber que su madre y hermanos lo buscan, parece no darles prioridad? En el Evangelio de Marcos, Jesús pregunta: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” y responde: “Todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. A primera vista, estas palabras pueden parecernos extrañas, pero Jesús no está rechazando a su familia, sino abriendo el horizonte de lo que significa pertenecer a su familia espiritual.

En la apologética católica, entendemos que la palabra “HERMANO” aquí no se refiere necesariamente a hermanos biológicos. En los tiempos de Jesús, el concepto «hermanos» también incluía a primos o familiares cercanos, debido al idioma y la cultura de la época. En cualquier caso, el mensaje de Jesús va más allá de los lazos sanguíneos. Él está creando una nueva familia, una familia que trasciende los límites del clan o el parentesco, e incluye a todos los que siguen la voluntad de Dios.

En la época de Jesús, los clanes eran el núcleo de la vida comunitaria. La familia extendida era el soporte principal de las personas. Sin embargo, Jesús rompe con esa idea cerrada del clan, proclamando una familia más amplia, una que no está definida por la sangre, sino por la fe y el compromiso de hacer la voluntad de Dios. Esto no disminuye el valor de su familia biológica, sino que amplía el concepto de fraternidad, invitándonos a todos a formar parte de esta nueva familia espiritual.

En la Carta a los Hebreos, vemos cómo Jesús lleva a cabo el sacrificio perfecto. No es un sacrificio de animales, como se realizaba bajo la antigua ley, sino el ofrecimiento de su propia vida. Este sacrificio no es repetido una y otra vez, sino que es único y definitivo. Y lo que Dios realmente desea es un corazón que se ofrezca por entero a Él. Como dice el Salmo para hoy: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Este es el verdadero sacrificio: vivir en fidelidad y obediencia a Dios, comprometidos con su amor y su misericordia.

Este mensaje es especialmente relevante para nosotros, el pueblo dominicano, que tantas veces hemos sufrido injusticias y dificultades. A veces podemos sentirnos solos o desamparados, pero Jesús nos recuerda que formamos parte de una familia más grande, donde todos somos hermanos y hermanas en la fe. Hacer la voluntad de Dios en medio de nuestras luchas, siendo fieles y justos, es el sacrificio que agrada a Dios.

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