Homilía:  Presentación del Señor.  2 de febrero del 2025

  • Primera lectura. Hb 10,19-25: “No deserten de las asambleas, como algunos tienen por costumbre, sino anímense tanto más cuanto más cercano vean el Día”.
  • Salmo Responsorial: 23, 1-2.3-4.5-6: “Estos son los que buscan al Señor”.
  • Evangelio. Mc 4, 1-20: “A ustedes se les han comunicado los secretos del reino de Dios”.

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Hoy el Evangelio nos ofrece una imagen poderosa: “¿Acaso se enciende una lámpara para ponerla bajo un celemín o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?” Un celemín era una especie de canasta utilizada para medir granos en la antigüedad. Imagínate encender una luz y luego esconderla bajo una cesta; sería ilógico, ¿verdad? La lámpara está hecha para brillar, para iluminar. Así es la Palabra de Dios en nuestras vidas. No estamos llamados a ocultarla, sino a dejar que ilumine nuestro ser y el mundo que nos rodea.

Jesús nos dice, “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Esta expresión en la teología católica nos invita a escuchar no solo con los oídos, sino con el corazón, con atención y apertura. No basta con oír las palabras de Jesús; debemos dejarlas penetrar en lo profundo de nuestro ser y llevarlas a la práctica. Es un llamado a estar siempre atentos a lo que Dios nos dice, a ser receptivos y a no dejar pasar la oportunidad de recibir su mensaje.

El Evangelio también menciona: “La medida que usen, la usarán con ustedes con creces”. Jesús nos invita a ser generosos en nuestra caridad, en nuestra entrega y en nuestra fe. Cuanto más demos de nosotros mismos, más recibiremos. Esta es una ley espiritual: al dar, nuestro corazón se expande, y Dios, que es generoso, nos devuelve en abundancia.

Ahora, tal vez nos resulte difícil entender el pasaje: “Porque al que tiene, se le dará, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”. Jesús no está hablando aquí de posesiones materiales, sino de la riqueza espiritual. Aquellos que reciben la Palabra de Dios con un corazón abierto y dispuesto, verán que su vida espiritual crecerá y florecerá. Pero aquellos que no valoran lo que han recibido, corren el riesgo de perder incluso las pequeñas bendiciones que tienen. Es un llamado a la responsabilidad con los dones que Dios nos ha dado, a no desperdiciar las oportunidades de crecer en fe y amor.

El Salmo 23 nos recuerda quién es digno de acercarse al Señor: “El hombre de manos inocentes y puro corazón”. Este salmo nos invita a reflexionar sobre la importancia de buscar al Señor con sinceridad, con un corazón limpio y una vida orientada hacia el bien. Esto conecta con la exhortación de Hebreos a vivir con caridad, fidelidad y buenas obras, animándonos a no dejar de reunirnos como comunidad, y a motivarnos mutuamente a seguir el camino del Señor.

Hoy, somos invitados a dejar que la luz de Cristo brille en nosotros, a escuchar su Palabra con un corazón abierto, y a vivir con generosidad y pureza. ¿Estamos dispuestos a dejar que esa luz ilumine nuestras vidas? ¿Cómo podemos ser lámparas que alumbran a otros?

Sigamos buscando al Señor con confianza y fidelidad, sabiendo que, al vivir de acuerdo con su voluntad, nuestra vida se llenará de la abundancia de su amor.

(Guía Mensual)

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