Miércoles, 7 de mayo del 2025
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Hch 8,1b-8: “Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres”.
- Salmo Responsorial: 65,1-3a.4-5.6-7a: “Aclamen al Señor, tierra entera”.
- Evangelio. Jn 6, 35-40: “Yo soy el pan de vida”.
“Estamos llamados a ser sembradores de esperanza”
La violenta persecución que sufre la Iglesia primitiva, narrada en los Hechos, podría haber sido motivo de desesperanza. Sin embargo, el Espíritu transforma esta dificultad en un impulso para la evangelización. Los cristianos dispersados anuncian la Buena Nueva y llevan alegría donde llega la Palabra. Este dinamismo recuerda que, en medio del sufrimiento y las adversidades, el Resucitado obra maravillas y nos guía hacia esos cielos y tierra nuevos prometidos. En el Año Jubilar, se nos llama a vivir con esta misma fe transformadora, no dejándonos vencer por el desánimo, sino siendo testigos de esperanza en nuestras comunidades.
En el Evangelio, Jesús reafirma su identidad como el Pan de Vida, aquel que sacia para siempre el hambre y la sed humana. Este alimento no solo nos sostiene en nuestro caminar cotidiano, sino que nos asegura la vida eterna y la resurrección en el último día. En este tiempo jubilar, el Señor nos invita a renovar nuestra confianza en su voluntad: creer en Él y vivir según sus enseñanzas es abrazar ya la promesa de esos cielos y tierra nuevos. Su misericordia no excluye a nadie; el que viene a Él será acogido y transformado por su gracia.
El lema de nuestro mes: Esperamos cielos nuevos y tierra nueva, nos sitúa frente al misterio de la renovación completa en Cristo. Este horizonte no es una utopía distante, sino una realidad que comenzamos a construir con nuestra fe viva, nuestras obras de misericordia, y nuestra perseverancia en las dificultades. Así como los primeros cristianos, estamos llamados a ser sembradores de esperanza, mostrando con nuestras vidas que Dios está haciendo nuevas todas las cosas. Nuestro compromiso no se limita al presente, se extiende hacia la eternidad prometida.
En este camino hacia los cielos y tierra nuevos, María y José se erigen como ejemplos luminosos. María, que guardó en su corazón las promesas de Dios y vivió confiando plenamente en su voluntad, nos enseña a esperar con esperanza activa. José, con su silencio obediente y su labor fiel, nos recuerda la importancia de ser instrumentos de Dios en la construcción de su Reino. Ellos vivieron en la certeza de que el Niño que alimentaron y protegieron era la vida eterna hecha carne.
La fuerza del Resucitado no se limita a consolarnos, nos impulsa a transformar el mundo desde nuestra fe. Él nos alimenta con el Pan de Vida y nos capacita para ser testigos de esa alegría que llena la ciudad de Samaria en el relato de los Hechos. En el Año Jubilar, con María y José como guías, y con los ojos puestos en los cielos y la tierra nuevos que anhelamos, abracemos el compromiso de vivir como discípulos del Resucitado, llevando esperanza, plenitud y alegría a quienes nos rodean. ¡Aclamen al Señor, tierra entera!
(Guía Litúrgica) Si deseas recibir en tu móvil por WhatsApp, únete a este grupo: https://chat.whatsapp.com/KUofplJqn9v4YmiOuRpJF0