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  • Primera Lectura. I Sam 15, 16-23: “Obedecer vale más que un sacrificio; ser dócil, más que grasa de carneros”.
  • Salmo Responsorial: 49, 8-9.16bc-17.21 y 23: “Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios”.
  • Evangelio. Mc 2, 18-22: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos”.

El Evangelio nos presenta una serie de interacciones entre los fariseos y los discípulos de Juan hacia Jesús en torno al ayuno. El ayuno era una práctica común entre los judíos y, en especial, durante tiempo de luto o cuando se requería de la ayuda de Dios. Con su estilo y autoridad Jesús utiliza la analogía de la boda para hacerles caer en cuenta (de) que el novio ya estaba con ellos y que empezaba un nuevo tiempo de gozo y celebración. La nueva alianza iniciaba y el vino nuevo se estaba sirviendo. Una novedosa y esperanzadora manera de vivir se iba gestando y las estructuras y tradiciones de los fariseos ya no podían dar respuesta a las necesidades del pueblo. Lo nuevo ya no puede contenerse en envases viejos. Todo debía cambiar y el espíritu de la Palabra tomaba primacía.

En la primera lectura nos encontramos con el rey Saul, cuya desobediencia a Dios sería el momento de cambio en su reinado. Al ser confrontado por el profeta Samuel acerca de sus acciones simplemente se excusa y trata de justificarse. Por tanto, muestra una falta de compromiso y de entrega a Dios. Prefiere dejarse guiar por su propia intuición y razonamientos y por eso lo que le vendrá será consecuencia de su desobediencia. Obedecer a Dios significa total apertura y compromiso de corazón para seguir los mandatos del divino. Implica una obediencia total para brindarle honor y seguirle con todo nuestro ser.

La novedad del mensaje de hoy nos hace cuestionar nuestro propio seguimiento y obediencia al Dios de Jesús. ¿Seguimos nuestras propias decisiones o discernimos en la Palabra para descubrir la voluntad de nuestro Señor? ¿Preferimos contestarle a Dios con los ritos y las tradiciones por encima de obedecer y seguirle con todo el corazón? ¿Pienso que Jesús trae algo nuevo y, por tanto, me invita a dejar atrás lo viejo para seguirle con total entrega? ¿Me aferro a mis propias creencias o sé depositar mi confianza en el Dios de la vida?

Aprendamos a beber del vino nuevo de la esperanza y alegría renovándonos un poco más cada día de nuestra vida.

(Guía Litúrgica)

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