• Primera lectura: Is 62,1-5: Te llamarás “Preferida” y “Esposa”.
  • Salmo Responsorial: 96(95): Canten al Señor un cántico nuevo.
  • Segunda lectura: 1Cor 12,4-11: Hay diversidad de carismas, pero un solo Espíritu.
  • Evangelio: Jn 2,1-11: Invitaron a Jesús y a sus discípulos al banquete de bodas.

Color: VERDE

Imagínense que el programa «REFLEXIONANDO LA PALABRA» comenzara, un día, así:

Les presento a Rubén y Carmen. Llevan diez años casados y tienen dos niños muy felices. Van a la iglesia todos los domingos, son voluntarios en actividades parroquiales, aman a sus padres y ayudan a sus hijos con sus deberes.

No se han pegado nunca. No han tenido aventuras extramatrimoniales. No tienen ninguna adicción.

Una pareja feliz que no se está recuperando de nada y no necesita de ninguna terapia.

«Rubén y Carmen, ¿cómo es que ustedes son tan «anormales? ¿Les gusta una vida así»?

«No tenemos ninguna queja. Cada día estamos más felices y más fortalecidos y más bendecidos».

Según el evangelio de hoy, esta es una pareja a la que no le falta el vino porque lo encuentra en el Señor, en la fe.

Otras muchas parejas buscan el vino en mil adicciones.

Las palabras de María, en el evangelio de hoy, me recuerdan una conversación que tuve con un niño de cuatro años. El pequeño vio que tenía una herida en un dedo y me preguntó: «¿Ya se lo has enseñado a mi papá?. Él te lo puede curar».

Me conmovió la confianza de aquel niño en su papá, que podía curar las heridas.

María vio una necesidad, en la boda, y con confianza se dirigió a su hijo y le dijo: «No tienen vino».

Nosotros ya sabemos lo que sucedió: el agua, es decir, el aburrimiento, la vergüenza, el sufrimiento, la tristeza… se convirtió en vino: alegría, animación, abundancia, vida…

«No tienen vino». Se convierte en un gran símbolo. El símbolo de un mundo roto. El símbolo de una vida rota.

Miramos a nuestra vida o a la vida de las personas que conocemos; miramos a nuestras pérdidas necesarias e innecesarias. Nos miramos en el espejo y nos oímos decir: «Ya no tengo vino». ¿Lo has dicho alguna vez? Seguro que sí.

Ya no tengo paciencia. Ya me he quedado sin fe. No tengo dinero. Ya no confío ni en mi mujer. La luna de miel se acabó. La vida es insoportable. Cuando dices alguna de estas cosas estás afirmando que te has quedado sin vino.

El problema no está en que te hayas quedado sin vino o que tengas una herida en el dedo o en el corazón. El problema es éste: ¿hay una madre o un niño de cuatro años que se dé cuenta y te ofrezca ayuda o te indique donde puedes conseguir una buena ayuda, un buen consejo…? Aquí viene en nuestra ayuda el evangelio de hoy. Jesús quiere entrar en nuestra vida con su poder para transformar nuestra miseria en el vino del crecimiento y de la realización.

Jesús contó con la ayuda de aquellos sirvientes y necesita también nuestra ayuda para seguir realizando nuevos signos.

Jesús no resolvió los problemas del mundo: la educación, la guerra, la seguridad social, las drogas, la pena de muerte… Aquel día Jesús era un simple invitado en el banquete de bodas pero su presencia hizo una gran diferencia.

Con la ayuda de los sirvientes cambió el agua en vino y cambió la tristeza en alegría.

María dijo a Jesús: «No tienen vino» Y dijo a los sirvientes: «Hagan lo que Él les diga».

Y el vino nuevo no estaba en esas tinajas de piedra, -corazones de piedra-, Jesús era el vino nuevo, el milagro nuevo, el nuevo rostro de Dios, la nueva bendición para todos los que nos hemos quedado sin vino en algún momento de nuestra vida.

Nosotros, los que venimos a la iglesia, al banquete de la boda, a la Eucaristía, nosotros sabemos quién es el nuevo vino y qué dulce es. Mientras mucha gente sigue emborrachándose con el vino malo y viejo.

Tenemos que decirles que el mejor vino ha sido guardado para ellos y que es el amor y el perdón de Jesús.

Ustedes tienen maridos, hijos, amigos, vecinos que se han quedado sin vino. Por favor llenen sus copas con el vino de la amistad, invítenles a saborear la bondad del Señor, anímenles a participar en el banquete del Señor, díganles que traigan su agua para ser transformada en vino, en alegría, en sentido para su vida.

Hay parejas anormales a los ojos del mundo que son la mar de normales vistas con los ojos de Dios.

 (Parroquiadelmundo.org)

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