• Primera lectura: 1Sam 3,3b-10.19: Habla, Señor, que tu siervo escucha.
  • Salmo Responsorial: 39(40): Aquí estoy para hacer tu voluntad.
  • Segunda lectura: 1Cor 6,13c-15a.17-20: Glorifiquen a Dios con su cuerpo.
  • Evangelio: Jn 1,35-42: Ellos fueron, vieron y se quedaron.

Color: VERDE

Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

Terminado el tiempo hermoso de navidad, entramos al tiempo ordinario con el segundo domingo, hoy el Evangelio está escrito en clave vocacional, Dios llamó, llama y sigue llamando a sus hijos, sin importar raza, color o nación. Al iniciar este año nuevo y este tiempo litúrgico, es bueno proponernos algunas metas, vencer algunos miedos y alcanzar propósitos.

Encontramos en el Evangelio que, en aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. El verbo fijarse en Jesús, toma fuerza, fijarse es sinónimo de un estudio, de una evaluación exterior, Juan al decir: “Éste es el Cordero de Dios”. Al parecer la expresión de Juan fue bien pensada y muestra de ello es que produjo un efecto inmediato, pues los dos discípulos se dejaron cautivar por la presencia del Maestro y sin cuestionar deciden seguirlo.

 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscan?” Esta es una pregunta que tiene que ver con la propia existencia. En la vida podemos buscar cosas, podemos buscar poder, fama, dinero, estatus, incluso y muy común nos podemos buscar a nosotros mismo.

 Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?” Él les dijo: “Vengan y lo verán”. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Los dos discípulos ante la pregunta de Jesús sobre que buscan le responden con otra pregunta, ¿dónde vives?, es decir, ellos de entrada ya saben que es lo que andaban buscando, pues buscaban la misma persona de Jesús, siendo Jesús el único que satisface su búsqueda, por eso se interesan por saber dónde vivía, ya que estaban convencidos de irse a vivir con él, por eso fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él. 

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)”. Una vez más se cumple aquí que muchas veces la fe entra por el oído y no me deja mentir la frase: “Andrés, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús”.

Andrés ante la emoción por haber encontrado al Mesías, no puede callarse, él siente la necesidad de anunciar a otros la alegría del encuentro, por eso se encuentra con Simón y lo llevó a Jesús. Qué bonito Andrés llevó a Simón a Jesús. Sería bueno analizar, cuántas veces yo llevo a otros a Jesús, con mis palabras, con mis acciones, con mi testimonio, con mi manera de ser. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan, tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)”.  

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