(Divina Misericordia)
16 de abril del 2023
- Primera lectura. Hch 2, 42-47: “El Señor agregaba a la comunidad a los que aceptaban la salvación”.
- Salmo Responsorial. 117: “Este es el día en que actuó el Señor”.
- Segunda lectura. 1P 1, 3-9: “Dios Padre, por su amor, nos engendró para una nueva vida”.
- Evangelio: Jn 20, 19-31: “Bienaventurados los que creen sin haber visto”.
Color: BLANCO
Vida comunitaria
La mejor prueba de la resurrección de Jesús no la constituye la tumba vacía sino el testimonio de una comunidad que se ama. Una comunidad que supera los odios, los miedos y los egoísmos propios de la vieja humanidad dominada por el pecado, y es capaz de vivir solidariamente con la fuerza del Resucitado.
Con la muerte de Jesús sus seguidores y seguidoras vieron terminadas las esperanzas de una transformación para sus vidas. Como lo podemos ver en el evangelio de hoy, se llenaron de miedo y pensaron que les podría ocurrir lo mismo que a su maestro. Muchos huyeron (Lc 24, 13ss) porque no querían saber nada de las pasadas esperanzas chocadas con la dura realidad y convertidas en tremendas frustraciones.
Pero de pronto toda esa realidad trágica empezó a cambiar. El hombre que habían matado estaba vivo. Y no fue solamente que sus discípulos hayan resucitado su causa; fue que Él resucitó de verdad y se presentó a ellos: a los que iban de camino, a los que estaban pescando y a los que estaban encerrados, o sea a todos sus discípulos que habían vuelto a sus actividades de antes. La resurrección los sorprendió en medio de su increencia y su decepción.
Poco a poco fueron descubriendo algo especial relacionado con Jesús. No sabían con claridad qué era lo que pasaba, ni lo identificaban muy bien. Por eso en algunos relatos del evangelio se dice que los discípulos lo confundieron con un fantasma. Unos pensaron que esas sensaciones se daban por la fuerte decepción que habían sufrido, que era producto de la locura o que estaban pasados de copas. Con el paso del tiempo se convencieron de que esa experiencia que los cubría y les devolvía las esperanzas era provocada por Jesús. ¡Sí! El mismo Jesús que habían visto clavado de pies y manos en la cruz, y traspasado en su costado. El mismo con el cual compartieron experiencias únicas que habían cambiado radicalmente sus vidas. No había duda: era la presencia viva de Jesús, ahora de una manera nueva. No había duda: Jesús había resucitado y vivía en medio de ellos.
La resurrección no fue algo evidente, es decir, no fue un hecho comprobado científicamente que dejara a todos sin alguna duda. Fue un acontecimiento que necesitó tiempo para madurar y para convencerlos de su veracidad. Fue un acontecimiento muy sutil, pero con una fuerza tan grande que los hizo vencer todas las limitaciones humanas, los capacitó para lanzarse a anunciar la Buena Nueva y les dio la fuerza para continuar con el proyecto de Jesús.
La experiencia de la resurrección les hizo experimentar la paz de Jesús, que no es la de las tumbas sino la que viene como consecuencia de la justicia y de una vida reconciliada con el Espíritu del Señor. Con la experiencia de la resurrección los discípulos se convirtieron en apóstoles, es decir, en enviados a ser continuadores de la obra de Jesús. Así como Jesús se sintió enviado por el Padre Dios a continuar su obra, con el acontecimiento pascual los discípulos sintieron la obligación interna de continuar la obra salvífica de Jesús. La reconciliación, el perdón y la paz, son consecuencias del acontecimiento pascual en la vida de las personas y de las comunidades. La comunidad cristiana debe brindar el espacio para superar toda categoría de pecado que pisotee la dignidad humana y le quite la paz, y generar el ambiente necesario para que Cristo resucitado llegue con su perdón y su paz a cada ser humano.
La comunidad cristiana debe dar testimonio de la resurrección, anunciar con su vida y con su palabra, que Cristo está vivo, pero siempre debe respetar los procesos que cada persona y cada comunidad vive, como hicieron los amigos de Tomás. Es lo que se llama la paciencia histórica, la paciencia del gato cazador. A Tomás le contaron la Buena Noticia, pero no lo obligaron a creer en esa Buena Noticia, sería algo totalmente contrario a la fe. Una Buena Noticia, como un plato suculento, no se impone, se propone con alegría y generosidad. El Evangelio deja de ser Evangelio si se impone. Nadie puede creer si se le impone la fe.
La figura de Tomás nos deja ver un proceso de fe con el Resucitado. Tomas quería ver a Jesús en las mismas condiciones espacio-temporales con las que se ve a un ser humano normal, y se negaba a creer en el Resucitado por el testimonio de la comunidad. Sus compañeros le decían que lo habían visto, pero Tomás se negaba a creerlo. Veamos que la experiencia de la resurrección se da en Tomás cuando estaban reunidos en comunidad. Tomás entró en comunión con la comunidad, se abrió a ella y al Espíritu que la movía, y fue descubriendo poco a poco los signos del Resucitado en sus hermanos. Vio que realmente sus hermanos estaban totalmente transformados. Los que antes temblaban de miedo por la persecución de los judíos y se encerraban para no ser vistos por las autoridades, luego confesaban abiertamente que Jesús había resucitado. Los que antes huían porque no querían saber nada del “fracasado” Jesús, ahora se sentían ungidos por su Espíritu y trabajaban para transformar todas las realidades que dañan al ser humano, y para conseguir la paz y la reconciliación.
Fue así como comprendió que esa comunidad vivía como vivía, que esa comunidad había superado el miedo, la desesperanza, los egoísmos, en encerramiento existencial y había pasado a la esperanza, al testimonio, al amor, a la decisión de escribir una nueva historia, gracias a que Jesús estaba vivo. Y lo experimentó resucitado específicamente en medio del dolor de los que sufren, mantienen viva la esperanza y luchan por una vida mejor, en medio de las llagas, del costado y de las manos atravesadas. Encontrarse con esa realidad, con el Jesús vivo en medio de las personas, lo llenó de una alegría desbordante, que transformó su vida. De sus labios salieron unas palabras que quieren decir algo indescriptible: “¡Señor mío y Dios mío!” ¡Es verdad! ¡Jesús está vivo! ¡Lo han palpado mis manos, los han visto mis ojos!
Y el Evangelio remata: bienaventurados los que creen si haber visto. La fe en Jesús no puede ser un peso, un problema más para la vida humana, sino una fuente inagotable de alegría, de bienaventuranza, un impulso para que la persona realice plenamente su existencia, redescubra cada día un sentido nuevo para vivir y para luchar por su libertad y dignidad.
Por otra parte, Lucas, el autor de los Hechos de los Apóstoles, presenta una comunidad discipular que ha vivido la experiencia de la resurrección y camina firmemente con Jesús. Cuatro elementos deben acompañar la vida de toda comunidad discipular: 1) Escuchar la enseñanza de los apóstoles. 2) La vida común y compartir solidario. 3) La fracción del pan o la Eucaristía y 4) Las oraciones. Veamos estos cuatro elementos:
Afortunadamente, hoy hay muchas formas para escuchar la enseñanza de los apóstoles. Recordemos que el apóstol es el enviado para dar testimonio del acontecimiento de la resurrección. En los primeros años del cristianismo, la experiencia de fe se transmitía de manera oral. Luego se fueron escribiendo los evangelios y las cartas de los apóstoles. La enseñanza de los primeros apóstoles está consignada en la Biblia, y cada día esa enseñanza se va enriqueciendo con la experiencia de aquellos que siguen con sinceridad a Jesús y experimentan su salvación.
Antes la Biblia era para uso exclusivo del clero, porque se pensaba que el pueblo iletrado no la comprendería y haría mal uso de ella. Lo que debía hacer el pueblo de Dios era obedecer a la enseñanza de los jerarcas. Después de la reforma protestante la Iglesia Católica se vio obligada a entregarle la Biblia al pueblo e incentivar un estudio responsable. Hoy hay un sinnúmero de formas para acceder a la Biblia. En muchas universidades se ofrecen diplomados, licenciaturas, especializaciones, maestrías o doctorados, y cualquier persona puede acceder a estos estudios, dependiendo de su tiempo y su capacidad económica. Hay también algunas parroquias que ofrecen buenos cursos de estudio de la palabra. Se pueden hacer también estudios personales por medio de la lectura de buenos libros o de páginas Web con estudios sustentados. ¡Vale el esfuerzo intentarlo!
En cuanto al segundo punto, la solidaridad, hay muchas formas de vivirla. Durante los días de cuaresma se promueve la comunicación cristiana de bienes en las parroquias. Muchas fundaciones con un espíritu cristiano promueven la justicia y la paz en el mundo. Hay personas e instituciones realmente comprometidas con la construcción de un mundo mejor. Vale la pena integrarnos de alguna manera a estos grupos.
En cuanto a la Eucaristía o fracción del pan, muchas personas tenemos la fortuna de participar cada domingo e incluso a diario de este alimento de vida eterna. Muchos no participan porque no es de su agrado la forma como se realiza o porque no se sienten involucrados; y otros porque sencillamente no les interesa. Quienes participan con asiduidad y saborean este gran misterio de salvación, dan testimonio de los buenos frutos que recogen para su vida. Pero también hay un gran número de cristianos católicos que no tienen acceso a la eucaristía por falta de sacerdotes. Desde el centro se han promovido grandes campañas de promoción vocacional para este ministerio, algunas con muy buenos frutos.
A muchas de ellas nos hemos unido en las parroquias, en los colegios, en las universidades, en pueblos, campos y veredas. Hemos organizado jornadas de oración para que el dueño de la mies nos envíe obreros. Pero hay una inquietud que el pueblo ya conoce y que es importante advertida. En las campañas de promoción vocacional encontramos muchos jóvenes que se sienten llamados a servir en este ministerio, pero se encuentran con una disciplina de la Iglesia: los ministros ordenados deben ser varones célibes. Este es un tema largo y espinoso. Hay muchos jóvenes a quienes les gustaría servir a Dios y a la comunidad como presbíteros y tienen a su vez vocación para el matrimonio. Hay también mujeres a quienes les encantaría servir como presbíteras, pero el sacerdocio para las mujeres ni hablar, en la actual la disciplina de la Iglesia Católica. Antes atreverse a pensar en estas cosas y más, a expresarlas, era motivo de escándalo. Hoy, con los nuevos vientos que soplan del sur, con el nuevo modelo de liderazgo que hay en la Iglesia, con el papa Francisco, se nos es permitido pensar en voz alta y lanzar algunas preguntas:
¿Esta disciplina forma parte del núcleo de la fe o pudiera ser de otra forma para favorecer la humanidad de los ministros ordenados y para ofrecer al pueblo más posibilidad de acceder a la fracción del pan? ¿Las sacerdotisas que existen en otras Iglesias cristianas serían un adefesio en la nuestra, o darían un aporte del cual ahora nos estamos perdiendo? Si es cierto que, como decía Juan Pablo II: “La Iglesia vive de la Eucaristía”, ¿no sería bueno buscar que todas las comunidades cristinas católicas tuvieran acceso a este sacramento? El documente Sacerdotalis Caelibatus del Papa Pablo VI intentó dar respuestas a algunos de estos interrogantes. Algunos decían que ese tema ya estaba cerrado y con un golpe en la mesa hacían sentir su autoridad. Hoy sabemos que el diálogo está abierto…
El cuarto punto del que habla Lucas es el de la oración. Hoy se han multiplicado los grupos de oración tanto a nivel católico como protestante. Esto indudablemente manifiesta la sed espiritual que tiene nuestro mundo. Es necesario buscar la comunión con la Iglesia porque muchos grupos se han convertido en un problema, no sólo para la estructura de la Iglesia sino especialmente para muchos de sus miembros. Algunos hacen un énfasis casi enfermizo en lo místico y lo mágico: don de lenguas, expulsión de demonios, revelaciones, manifestaciones, etc. Es necesario que saquemos el espacio personal, familiar y comunitario para la oración. Ojalá debidamente asesorados y acompañados por personas con una espiritualidad profunda y así como con un buen conocimiento teológico. No es prohibiendo los grupos como vamos a solucionar esta situación; al contrario, ellos son un fenómeno que manifiesta una necesidad y un anhelo de llenar ese vacío espiritual. Es necesario dialogar, buscar la armonía, en medio de nuestras diferencias. Unirnos en lo fundamental: en Jesús y su proyecto de justicia, derecho y oportunidades para todos.
Oración
Jesucristo resucitado, gracias por tu presencia viva en medio de nosotros. Gracias por tu acción salvadora siempre a favor de la vida, de la dignidad de las personas. Te entregamos nuestras familias y comunidades. Reconocemos que muchas veces los problemas, los conflictos internos o externos, los miedos, las dudas, nos hacen encerrar en nosotros mismos y no nos dejan ver el camino. Reconocemos que a veces nos dejamos dominar por las dudas, los temores, las diferencias, la ansiedad… Así como te hiciste presente en medio de la comunidad cristiana primitiva, hoy te abrimos de par en par las puertas de nuestros corazones para que entres y disipes nuestras inseguridades, nuestros miedos, nuestra falta de fe… reconcílianos con tu perdón, danos la paz y la fuerza de tu Espíritu para experimentar una nueva vida, engendrada a partir de tu resurrección. Danos la sabiduría para seguir tus pasos, realizando a plenitud el plan salvífico de Dios. Que también nosotros podamos verte, palparte, experimentarte vivo, resucitado y, con alegría, nos convirtamos en tus testigos. Amén.
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