(Divina Misericordia)
16 de abril del 2023
- Primera lectura. Hch 2, 42-47: “El Señor agregaba a la comunidad a los que aceptaban la salvación”.
- Salmo Responsorial. 117: “Este es el día en que actuó el Señor”.
- Segunda lectura. 1P 1, 3-9: “Dios Padre, por su amor, nos engendró para una nueva vida”.
- Evangelio: Jn 20, 19-31: “Bienaventurados los que creen sin haber visto”.
Color: BLANCO
“Las puertas estaban cerradas, sin embargo, Jesús se “presentó en medio de ellos”
Las lecturas de hoy deben movernos a la gratitud y la alegría.
En el Evangelio según San Juan, vemos a unos discípulos atemorizados y encerrados. Las puertas estaban cerradas, sin embargo, Jesús se “presentó en medio de ellos”. Así vemos la nueva naturaleza del Hijo de Dios. Ahora ya tiene un cuerpo glorificado. Por eso, aunque las puertas estén cerradas, Él se aparece en medio de ellos. Jesús tenía cuerpo, pero éste ya no está limitado por paredes, o un espacio o un tiempo. Por eso, aun teniendo cuerpo, puede atravesar las paredes o puertas y aparecer en medio de sus discípulos. Recordemos que, como cristianos, creemos en la resurrección de la carne.
Una persona atemorizada y nerviosa, agradece que le ofrezcan la paz (y Jesús lo hizo dos veces en la primera aparición). Tengamos esto presente cuando enfrentemos pruebas y dificultades. Al invocar la presencia de nuestro Señor Jesucristo, inmediatamente Él nos ofrece su paz. Esa paz que “sobrepasa todo entendimiento”.
Inmediatamente Jesús les saluda, hace dos cosas:
La primera, sopla sobre ellos el Espíritu Santo. La aparición de Jesús les trajo gozo y esperanza y Jesús sabe que estos necesitarán “la fuerza de lo Alto” para la misión que emprenderán. El Espíritu de la verdad les enseñará todo lo que necesitan. Así también todos nosotros igualmente le necesitamos para perseverar en estos caminos de la fe. A veces nos dará su sabiduría, otra su protección, nos revelará las cosas que están reservadas para los humildes y sencillos. Nos traerá el gozo y la paz, aún en medio de las pruebas.
La segunda, instituye el sacramento de la reconciliación. Jesús les da autoridad a los apóstoles para perdonar los pecados y también para retenerlos. Esto sólo lo podía hacer Dios. Notemos que Jesús primero sopla sobre ellos el Espíritu y luego delega este poder. El Señor sabía que necesitaríamos venir a Él, a través de sus sacerdotes, para confesarnos y arrepentirnos por los males que hacemos. ¡Bendito sacramento que nos reconcilia con Dios y nos aumenta o nos devuelve la gracia santificante!
Al presentarse Jesús a sus discípulos quedó clara su victoria sobre la muerte. Que nos dejó el Espíritu Santo, para acompañarnos y guiarnos, y que nos regaló el invaluable sacramento de la reconciliación.
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