(Memoria Obligatoria: San Hilario, Obispo y Doctor de la Iglesia)
Sábado, 13 de enero del 2024
Color: VERDE (BLANCO/AZUL)
- Primera Lectura. I Sam 9, 1-4.10.17-19; 10,1a: “«¡El Señor te ha ungido como jefe de Israel, su pueblo!”.
- Salmo Responsorial: 20, 2-3.4-5: “Señor, el rey se alegra por tu fuerza”.
- Evangelio. Mc 2, 13-17: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores”.
“Dejemos que la fe, la compasión y el poder transformador de Dios nos restaure y transforme”
El camino que recorremos durante la vida no siempre es recto. A veces nos encontramos con caminos vecinales, carreteras estrechas, barrancos y sendas. “Dios escribe recto en renglones torcidos” y hoy nada más claro en las lecturas de la liturgia. Saúl, joven alto y atractivo de la tribu de Benjamín, es ungido como el primer rey de Israel mientras andaba buscando las burras perdidas de su padre. El camino de Saúl hacia las burras lo encamina hacia el profeta Samuel quien es instruido por Dios para que lo seleccione y unja. Sale en una dirección y sin pretenderlo se encuentra con lo inesperado. Así es Dios con cada uno de nosotros. Andamos en una dirección y la intervención divina nos encamina hacia propósitos más altos.
Lo mismo ocurre con Leví el recaudador de impuestos. Durante el dominio romano los recaudadores de impuesto eran odiados por la sociedad porque la gente los veía como traidores a la patria. Para el pueblo, Leví, por tanto, era un colaborador con la fuerza opresiva romana y probablemente también era tomado por deshonesto. Sentado en su colecturía es llamado a transitar otro camino que le conduciría a logros mayores. Leví, ante el llamado, responde inmediatamente de manera afirmativa. Ya su lealtad cambia de rumbo. Deja todo y su enfoque se dirige hacia el seguimiento que le lleva a dedicar la vida para aprender de quien se convertiría en el Cristo de nuestra fe.
Dios siempre llama y busca lo descartado de la sociedad. Leví y los pecadores se sientan en la mesa del banquete a comer junto al Hijo. Nada más indignante para las autoridades religiosas de su tiempo. Pero Jesús no vino para los sanos sino para los enfermos. Los dignifica, reconforta, sana, perdona e integra a la sociedad una vez han sido transformados. El amor y la gracia es para todos en todo momento. Hoy también el llamado es para tantos enfermos por el odio, el racismo, la corrupción, la envidia… en fin, por el pecado. Es un llamado para que no discriminemos a nadie. A todos se les llama a sentarse en la mesa del compartir y empezar caminos nuevos en la vida. El Reino es para todos: justos y pecadores.
Dios radicalmente incluye a todos. Mensaje que todavía parece que no logramos entender. El llamado de Saúl nos irá mostrando cuán débil resultará ser este primer rey. El llamado de Leví nos permitirá experimentar la rica experiencia de la transformación en el Espíritu. Dios llama a todos para “concederles bendiciones incesantes, y colmarlos con el gozo en su presencia”. No impidamos el actuar de su llamada ya que los caminos de Dios no son los nuestros. ¡Amén!
(Guía Litúrgica)
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Homilía: II Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo B
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