Domingo, 9 de marzo de 2025
- Primera lectura: Dt 26,4-10: El Señor me liberó y me dio la tierra.
- Salmo Responsorial: 90: Tú eres mi refugio, mi alcázar, confío en ti.
- Segunda lectura: Rom 10,8-13: El que invoque al Señor se salvará.
- Evangelio: Lc 4,1-13: No tentarás al Señor tu Dios.
Color: MORADO
“Memoria histórica”
El texto del Deuteronomio que hoy leemos es uno de los credos más antiguos del pueblo de Israel. Lo más posible es que corresponda a la época exílica o post-exílica. Es decir, durante o después del tiempo cuando parte del pueblo de Israel estuvo extraditado en Babilonia (586 – 537 a.C.). Lo llamamos credo porque es una confesión de fe acerca de la acción salvífica de Dios en la historia humana.
Una persona o un pueblo que desconoce su historia es como un árbol sin raíces o un edificio sin bases. Está abocado a repetir los mismos errores del pasado, a despreciar la lucha de su ascendencia y a sucumbir, víctima de su propia mediocridad. Una de las características del hombre post-moderno es, precisamente su poco interés por la historia y por todo aquello que implique esfuerzo y sacrificio. El hombre post-moderno prefiere las cosas prácticas, fáciles y rápidas.
El ser humano olvida con mucha facilidad, sobre todo, cuando ha pasado de la miseria a la abundancia. Muchos pueblos que hace unos años vivían en la miseria y hoy hacen parte del llamado primer mundo, como España e Italia, se olvidaron de su historia y hoy miran con desdén a los pueblos latinoamericanos. Precisamente a quienes acogieron a muchos de sus connacionales que huían de la guerra o del hambre, y buscaban mejor destino en estos lados.
Algunas personas pobres, que lograron por algún medio cierto status y capacidad económica, son quienes más desprecian y explotan a sus hermanos. Algunos padres de familia que pasaron una niñez difícil, y tuvieron que trabajar fuerte para progresar, hacen hasta lo imposible para ofrecerles a sus hijos todo lo necesario y hasta más, con el fin de evitarles las fatigas y sufrimientos que a ellos les tocó vivir. Muchos de estos niños y jóvenes crecen como en una caja de cristal, totalmente protegidos y dependientes. Se convierten en personas duras de corazón, miedosas e incapaces de hacer compromisos serios por su vida y por los demás. Se avergüenzan del pasado de sus padres y hasta preferirían tener otro apellido de más tradición.
Este credo deuteronomista quiere mantener viva la memoria histórica en el pueblo. Para que el pueblo valore y agradezca la entrega de sus antepasados y la acción de Dios en él. Para que no desprecie a los más pobres, pues él mismo fue pobre y esclavo. Para que acoja a los forasteros, pues él fue forastero en otros países. Para que comparta solidariamente con los hambrientos, pues él también pasó hambre. Para que no se convierta en explotador, pues él también fue explotado. Para que en tiempo de crisis luche por estar mejor, pues la voluntad salvífica de Dios es la plena libertad y la felicidad para sus hijos.
Vale la pena, que como personas, como familia y como pueblo mantengamos viva nuestra memoria histórica. Que profesemos nuestra fe con toda convicción y elaboremos nuestros credos personales, familiares y comunitarios con nuestra propia historia de salvación.
El Salmo de la protección “mágica”: nuestra vida religiosa se limita muchas veces a la realización de algunas actividades mágico religiosas, de las cuales esperamos respuestas prácticas para cumplir nuestros deseos. Hay santos para todos los gustos: Santa Lucía para curar los ojos; San Antonio para encontrar la pareja ideal; y San Pancracio para conseguir trabajo. De San Judas Tadeo y de Santa Marta dicen que son para las causas imposibles…
Hay también muchas representaciones de Jesús a las cuales les atribuyen acciones milagrosas: El Señor de los Milagros, El Divino Niño, El Santo Ecce Homo, El Señor Caído, El humilladero, etc. De María, todas las que usted quiera. Además, de vez en cuando resulta algún “alma pía” despistada diciendo que la virgen se le apareció en una fuente, en una roca, en una pared vieja, en el pan que guardaba hacía 20 días, en una arepa, en un buñuelo, en fin… ¡no hay quien controle semejante locura! Hay, asimismo, oraciones para toda ocasión: la oración a la mano poderosa para lograr cosas maravillosas, a la sangre de Cristo que tiene gran poder, la del ánima sola para alejar a las personas indeseadas, el rosario a la misericordia, la coronilla de la virgen… en fin… Aquí hay de todo, como en botica.
Entre esas oraciones mágicas se encuentra el famoso salmo 91(90) que hoy proclamamos. Cuando era niño me la enseñó un anciano primo, en cuarto o quinto grado, que trabajaba en mi casa. En la espalda no le cabía una cicatriz más y tenía en sus brazos varias marcaciones con su nombre: Gratiniano Ramírez Villán. Me contó que lo habían marcado como marcan una res, cuando estuvo en la cárcel, considerado como un hombre peligroso pues le había tocado dar muerte a unos cuantos. Cuando me la enseñó me dijo que esa oración lo había protegido de tantos enemigos que había ganado por estar en malos pasos. Que la aprendiera y la rezara todos los días, sobre todo cuando caminara de noche para que no me picaran las culebras ni me comiera el tigre, y para dominar a todos los enemigos. Que era especial para alejar la mala suerte y atraer el amor; para dominar los malos espíritus, y en general, para todo tipo de protección…
No es mi intención hacer burla de la piedad popular, ni pretendo decir que todas esas prácticas son totalmente falsas. Muchas personas se acercan a Dios y a su proyecto de vida por medio de estos recursos pedagógicos. Muchas personas, después de una peregrinación a algún santuario, transforman radicalmente su vida y caminan con Jesús. Muchos devotos de María y de los santos viven de manera auténtica su fe.
El problema es cuando la fe no va más allá de estas prácticas piadosas y cuando se convierten los recursos pedagógicos en fetiches, y las oraciones, en conjuros con atribuciones mágicas. El problema es cuando se es incapaz de seguir un proyecto de fe que comprometa sus intereses, el trabajo y toda la vida. El problema es cuando se lleva una vida superficial, egoísta y mezquina, y se utiliza la fe no como un medio para crecer como ser humano sino para sustentar la mediocridad existencial.
¿Acaso es suficiente tener la casa llena de imágenes? ¿Rezarle a Jesús, a María y a los santos para que me ayuden, indican que soy una persona con una fe auténtica? “No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos” (Mt 7,21) ¿Porque tengo una inmensa Biblia sobre un gran atril en medio de la sala, abierta en el Salmo 91, soy un buen cristiano? En el evangelio que hoy leemos, el mismísimo diablo cita el salmo 91 para tentar a Jesús. “Finalmente lo llevó a Jerusalén, lo colocó en el lugar más alto del templo y le dijo: Si de veras eres el Hijo de Dios, tírate de aquí. Porque la escritura dice: ‘A sus ángeles dará órdenes para que te guarden’ y también: ‘Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra’. (Sal 91,11-12)” (Lc Lc 4,9-11). Veamos cómo un texto de la Biblia puede ser utilizado de manera diabólica, distorsionadora, para justificar actitudes malignas y perturbadoras para la vida.
Jesús, que vivía una fe auténtica y que de tonto no tenía nada, citó otro texto bíblico apropiado para el momento: “Está mandado: ‘No exigirás pruebas al Señor tu Dios’ (Dt 6,16).” (Lc Lc 4,12).
El Salmo 91 sí es de protección y lo podemos orar con confianza para que el Señor nos guarde. Pero enmarcado dentro de un camino de fe que implique toda la vida. Veamos esta pequeña frase condicional: “Se puso junto a mí: lo libraré” (Sal 91,14ª). Ponerse junto a la otra persona es estar dispuesto a acompañarlo, a caminar con ella, a compartir la vida, a defender su causa. Esa fue la promesa que Jesús le hizo a sus discípulos en la despedida: “Yo estaré con ustedes hasta la consumación de la historia” (Mt 28,20). “Cuando venga el Paráclito que les enviaré desde el Padre, por ser él el Espíritu de verdad que procede del Padre, dará testimonio de mí… Les conviene que yo me vaya, porque mientras no me vaya, el Paráclito no vendrá a ustedes. Yo me voy, y es para enviárselo” (Jn 15,26.16,7). El Paráclito (parácleetos en griego), es el que está al lado de, junto a, para defenderlo, para consolarlo, para apoyarlo, para caminar con él. Es el protector, el abogado, el compañero, el amigo que nunca falla. ¿Estamos realmente al lado y del lado de Dios y de su causa? o ¿buscamos una protección mágica alejada de todo compromiso con la causa de Dios?
“… lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé” (Sal 91,14b) Conocer, en la Biblia, es tener un contacto profundo, íntimo y duradero con la persona o el objeto conocido. Por eso la Virgen María, cuando el ángel del Señor le dijo que iba a tener un hijo, ella le respondió que no había conocido varón (Lc 1,26-34). El nombre es la identidad y la misión de una persona. Por ejemplo, Juan significa Dios es misericordia; Emmanuel, Dios con nosotros, y Jesús, el Salvador. Conocer el nombre de Dios es vivir constantemente en su presencia, dejarse conducir por Él y experimentar su salvación. Comprender que Él es Yahvé (en hebreo JHVH), es decir, el Dios que salva, el Dios que libera; el que ha sido, es y será: el “YO SOY” (Ex 3,14). ¿Conocemos realmente el nombre de Dios?
“Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré.” (Sal 91,15b.16b) Dios no nos promete librarnos de toda tribulación y de todo sufrimiento. Nuestra vida continúa y con ella, los obstáculos, alegrías y dolores. Él nos promete estar a nuestro lado en la tribulación y no dejarnos tirados en medio de la más dura batalla. Glorificar es dar la salvación y reconocer la bondad que hay en las obras de una persona. Jesús, es por excelencia, el glorificado por Dios porque fue fiel desde el principio y porque con su vida dio gloria al Padre: “Padre, ha llegado la hora; ¡glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria a ti” (Jn 17,1). ¿Damos gloria a Dios con nuestra vida y permitimos que Dios nos glorifique?
El Espíritu lo llevó al desierto: más que un acontecimiento histórico, el evangelio de hoy nos presenta a Jesús sometido a la prueba, como todos los seres humanos. Esta experiencia no fue circunstancial sino existencial. Es decir, durante su vida Jesús experimentó las tentaciones.
El Espíritu fue quien lo condujo al desierto. Lucas resalta muchas veces a Jesús conducido por el Espíritu (Lc 1,35;3,22;4,1.18). Cabe aclarar que entendemos por Espíritu no como todo lo opuesto a lo humano, sino como la fuerza que dinamiza y da plenitud a la vida. El amor de Dios que acompaña al ser humano y es garantía de fidelidad y realización.
Allí en el desierto se encontró con Dios y con él mismo. Tuvo la oportunidad para experimentar las limitaciones humanas, el cansancio y el hambre. Allí en su llana realidad, experimentó la tentación. Las mismas tentaciones que tuvo el pueblo de Israel en el desierto, camino a la tierra prometida, en las cuales cayó débilmente (Ex 17,7; Dt 9,22). Con una gran diferencia: Jesús se mantuvo siempre fiel. Se comportó como el verdadero hijo de Dios y confirmó las palabras del bautismo: “Este es mi hijo muy amado en quien me complazco” (Lc 3,22b).
Aquí tenemos tres necesidades humanas convertidas en tentación: alimentación, mando y valoración. Tenemos una natural necesidad de alimentación. Jesús no se opone a la comida como satisfacción de una necesidad y como placer compartido en comunidad. Muchas veces compartió la mesa con diferentes personas; la misma eucaristía es una comida.
El problema es cuando la comida, así como la satisfacción de otras necesidades reales o creadas, las convertimos absolutas. Entonces buscamos a toda costa el placer por el placer, la primacía del confort y la comodidad. Nos volvemos esclavos de las últimas tendencias en todo, de las apariencias y del glamour de moda. Todo esto ahoga la vida familiar, el contacto personal y nos arrastra a vivir superficialmente y sin sentido. Jesús comprendió muy bien que la comida era importante, pero que no sólo de pan vivía el hombre.
Como una necesidad de autoafirmación queremos mandar sobre algo. El niño, sobre sus juguetes; el joven, sobre su computador; la ama de casa, sobre su cocina; el pastor, sobre su hato de ovejas; la señora soltera, sobre su perrito; o el señor soltero, sobre su gato. El problema es cuando, para sentirnos vivos, necesitamos mandar y controlar hasta la más mínima movida de un catre. Cuando convertimos el mando en tiranía insaciable, muchas veces camuflado de amor de padres o de esposos; de amor por la causa de un país, de una institución o de una Iglesia: mesianismo político o religioso.
Para el Evangelio es claro que en ese momento histórico el poder político estaba totalmente corrompido y en manos diabólicas. Los gobernantes eran adoradores del diablo. Ese era el precio que pagaban por llegar al poder. “Luego le dijo: ‘Yo te voy a dar el poder sobre todos estos reinos y toda su gloria, porque a mí me pertenecen y se los doy a quien quiero. Si te arrodillas y me adoras, todo eso será tuyo’.” Jesús tuvo la tentación del poder, pero supo comprender que para ser un verdadero Hijo debía convertirse en servidor, como así lo hizo. “El Hijo del hombre no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.” (Mt 20,28).
Todos necesitamos ser amados, valorados y, tal vez, admirados. Por algo García Márquez dijo: “escribo para que mis amigos me quieran”. El problema es cuando necesitamos que todos hablen bien de nosotros y que todo el mundo nos alabe para ser felices. Cuando aparentamos una sonrisa siempre fresca y ofrecemos una mano siempre abierta a todo el mundo, sin reconocer que a veces tenemos arrugada el alma y sin tener en cuenta que podemos estar haciendo pactos con el diablo. El problema se agrava cuando convertimos en enemigo a todo aquel que nos hace una crítica, lo calumniamos y lo perseguimos.
Jesús nunca actuó para que lo vieran y lo aplaudieran. Siempre se dejó conducir por el Espíritu y su móvil para actuar fue la misericordia. Compartió la mesa, dio pan a los hambrientos, enseñó con su palabra y su testimonio, curó los enfermos y corrigió el error, aunque sabía que con eso ganaría enemigos. Todo lo hizo para servir, para liberar, para mostrar el camino de la salvación; nunca por prepotencia, nunca para mostrarse, nunca para dominar con su poder. Definitivamente, fue fiel hasta el final.
Ya estamos en la Cuaresma. Tiempo hermoso de cuarenta días para vivirlos con Jesús, iluminados por la fuerza del Espíritu. Para irnos al desierto de nuestra existencia y adentrarnos en nuestra historia personal, familiar y comunitaria. Para escudriñar nuestra naturaleza humana y revisar nuestras propias caídas e infidelidades. Para hacer nuestro propio éxodo salvífico y reconstruir nuestra vida, en apertura continua a los hermanos y al Padre Dios.
Tiempo propio para analizar cuántas caídas hemos tenido, cuántos caminos equivocados hemos tomado, cuántas injusticias hemos cometido y cuánto amor hemos dejado de dar. Para convertirnos, cambiar de camino y volver a la casa del Padre. Para reconciliarnos con el hermano, con el vecino, con la naturaleza y con nosotros mismos.
Tiempo bello para alejarnos de las ruidosas y tentadoras propagandas que nos invitan a un consumo desenfrenado, de espaldas a Dios y a los hermanos. Para superar los bajos impulsos de poder y aparecer que nos trastornan y nos hunden en una vida vacía. Para escuchar a la voz Dios manifestada en las personas que nos aman y caminan con nosotros, y su grito presente en los empobrecidos. Grito que nos cuestiona y nos invita a ponernos al lado de los que sufren, así como Él siempre está al lado de nosotros para conducirnos a una tierra que mana leche y miel. ¡Vivamos la Cuaresma y ella nos ayudará a vivir mejor!
Oración
Oh Padre Dios, reconocemos tu acción liberadora favor de toda la humanidad. Contemplamos con agradecimiento tu salvación en nuestro pueblo, en nuestra Iglesia, en nuestras familias y en cada uno de nosotros. Ahora recordamos cómo se ha desarrollado nuestra historia y cómo Tú nos has conducido, en medio de cañadas, valles y colinas, en medio de jardines de flores y de frutos, así como por los desiertos que nos ha tocado atravesar. Tú le das plenitud a nuestra existencia, contigo aún los momentos más dolorosos adquieren sentido porque Tú obras en nosotros para salvarnos y para convertirnos en testigos de tu amor.
Creemos en Ti, Padre, y en tu enviado Jesucristo. Reconocemos que Él es la manifestación más patente de tu amor misericordioso y que en Él, siempre encontramos consuelo y esperanza, y la energía necesaria para seguir su camino de vida eterna. Nuestra vida está en tus manos: Por eso vencemos el miedo y estamos llenos de confianza en Ti. Nuestra vida está en tus manos: por eso trabajamos con dedicación en tu obra salvadora y estamos seguros de que veremos buenos resultados. Gracias por hacernos parte de tu obra salvadora. Infunde tu Espíritu Paráclito sobre cada uno de nosotros para que sea Él quien nos conduzca y acompañe, así como condujo y fortaleció toda la vida y la misión de Jesús. Ayúdanos a aprovechar al máximo este tiempo de Cuaresma, para orar, reflexionar y crecer como seres humanos. Que tu Espíritu Paráclito nos ayude a descubrir y a resistir a las propuestas tentadoras que amenazan nuestra vida personal, familiar, y comunitaria. Ayúdanos a descubrir y a superar nuestros miedos, vacíos e incoherencias. Que nada ni nadie haga sucumbir la obra salvadora de tu amor que está obrando en nosotros. Que nada ni nadie nos robe la paz, la alegría de vivir y la felicidad plena que encontramos en Ti. Que seamos como tu Hijo Jesucristo, fieles a Ti y a tu proyecto salvador. Que seamos, como tu Hijo Jesucristo, Hijos amados y complacientes a tu voluntad salvífica. Amén.
Si deseas recibir en tu móvil por WhatsApp, únete a este grupo: https://chat.whatsapp.com/LpG5T2vq07kFMUGgU8WeUc
Tenemos un canal de WhatsApp, aquí está el enlace, por si deseas unirte:
https://www.whatsapp.com/channel/0029ValBpZA4yltKpk6w9A2C
Aquí podrás escuchar el Evangelio y la reflexión para hoy:
Lecturas: Miércoles. I Semana de Cuaresma. 12 de marzo del 2025
Moniciones: Miércoles. I Semana de Cuaresma. 12 de marzo del 2025
Homilía: Miércoles. I Semana de Cuaresma. 12 de marzo del 2025
Homilía: Llamados desde el Bautismo como profetas, sacerdotes y reyes. 12 de marzo del 2025
Lecturas: Martes. I Semana de Cuaresma. 11 de marzo del 2025
Homilía: Martes. I Semana de Cuaresma. 11 de marzo del 2025
Cuaresma: Un Tiempo de Gracia y Conversión
Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2025: Caminemos juntos en la esperanza