Lunes, 6 de enero de 2025
Homilía: II Domingo de Navidad. Domingo. Ciclo C
- Primera lectura. Is 60, 1-6: “La gloria del Señor amanece sobre ti”.
- Salmo Responsorial. 71,1-2.7-8.10-11.12-13: “Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra”.
- Segunda lectura. Ef 3, 2-3a.5-6: “También los gentiles son coherederos”.
- Evangelio. Mt 2, 1-12: “Venimos de Oriente para adorar al Rey”.
Color: BLANCO
“La manifestación de Dios”
Las duras circunstancias en las que nació y se desarrolló Israel ayudaron para que este pueblo tomara una posición defensiva ante los demás. Cuando empezaron como pueblo escaparon de Egipto y de las Ciudades Estado cananeas. Durante el proceso de consolidación como tal y durante toda su historia, no cesaba la amenaza de las demás naciones y su deseo de esclavizar para reafirmar su poder.
Para este tiempo cada pueblo tenía su Dios. Las guerras se convertían a su vez en enfrentamiento de dioses, pues avanzaban o retrocedían en el nombre de su deidad. Por eso al Dios de Israel se le llama, en múltiples ocasiones, Yahvé Dios Shebaot, es decir, el Dios de los ejércitos. Si un pueblo perdía la guerra eran los dioses quienes perdían; y si la ganaba se consolidaba más el poder de sus deidades.
Normalmente las invasiones y posteriores colonizaciones llevaban consigo la destrucción de la religiosidad nativa y la imposición de nuevas deidades con toda su estructura religiosa. Ese modelo de intervención se ha repetido a lo largo de la historia de nuestros pueblos, con resultados que vale la pena analizar, para mejorar nuestra actividad pastoral, siguiendo el modelo de Jesús y siendo de verdad Buena Noticia para todos los pueblos, sin descalificaciones que fundamenten la colonización y sus estragos.
Para Israel, Yahvé era el Dios suyo, de ningún otro pueblo. Así mismo, todo el pueblo era una posesión de Dios y de nadie más. Israel era sagrado: su tierra, su gente, sus costumbres, sus fiestas, todo. Cualquier invasión o maltrato a la dignidad de su pueblo, representaba una afrenta para su Dios. Para los judíos, los dioses de otros pueblos eran ídolos, falsos dioses. Esa convicción la tenía cada pueblo. Cicerón decía que los judíos eran ateos porque no aceptaban imágenes de los dioses romanos.
En coherencia con el querer compartir la palabra de Dios con otros pueblos, durante el proceso histórico judío, algunas escuelas rabínicas de avanzada propusieron abrir la experiencia de fe para que otros pueblos la conocieran. La escuela religiosa que escribió el libro de Jonás, presenta cómo a regañadientes, el profeta fue a Nínive, capital del antiguo imperio Asirio y clásico enemigo de Israel, a proclamar la Palabra de Dios. El libro de Rut presenta a una moabita (originaria del pueblo de Moab) como abuela del Rey David. El fragmento de Isaías que hoy leemos va por ese mismo camino.
La escuela literaria que escribió este texto estaba formada por discípulos de Isaías. El profeta ya había muerto, pero sus seguidores continuaron con el profetismo. Los capítulos 55 al 66, aunque hacen parte de un mismo cuerpo del libro y de la misma corriente de pensamiento, tuvo un contexto distinto y por lo tanto otros énfasis. Por eso se le llama el tercer Isaías.
El contexto socio histórico era la reconstrucción del pueblo que había vuelto de Babilonia. El trabajo era muy arduo. Todos querían la reconstrucción tanto de los campos como de las ciudades, pero las divisiones internas hacían más pesada dicha empresa. La corriente liderada por Esdras y Nehemías era nacionalista, totalmente cerrada y defensiva de los otros pueblos, mientras que la de los profetas buscaba ser universalista y dialogante. Unos veían el panorama con mucho pesimismo y se lamentaban de todo lo que les había sucedido. Otros la veían con optimismo y buscaban incansablemente la reconstrucción. La porción del pueblo que no fue llevada al exilio (llamada el resto de Israel por su insignificancia en sentido productivo para el imperio babilonio), fueron reconstruyendo poco a poco a su manera. Cuando llegaron los deportados, que se creían de mejor familia, chocaron fuertemente porque llegaron a tomar a la fuerza las riendas del pueblo y desconocieron los logros “del resto de Israel”.
El fragmento del tercer Isaías que leemos hoy vislumbra a Jerusalén reconstruida, llena de luz y de la gloria del Señor. El anhelo del profeta no es cerrado hacia los otros pueblos sino que sueña con una ciudad que irradia luz para todos los pueblos. Una ciudad que es instrumento de bendición para las naciones. Asimismo el salmo 72 sueña con que el Dios de Israel sea reconocido por otras naciones como Sabá y Arabia.
El panorama se va abriendo poco a poco hasta alcanzar su cumbre con la experiencia cristiana. La segunda lectura y el evangelio manifiestan una misma búsqueda con diferentes géneros literarios. Pablo utiliza el género epistolar, y Mateo lo hace creando un relato. Pablo lo dijo directamente. Mateo creó una historia. Los dos invitan a compartir con todas las naciones el mensaje de salvación propuesto por Dios para la humanidad en Cristo Jesús nuestro Señor.
En esta fiesta de la Epifanía del Señor a todas las naciones, no debemos quedarnos en lo externo. ¿Qué tal si al recibir un regalo nos guste tanto la envoltura, que nos quedemos con ella y echemos a un lado lo de dentro? Eso parece que ha pasado con esta fiesta. Se le ha dado demasiada importancia a la figura creada por Mateo, es decir, a los magos, a tal punto que hemos dejado a un lado su significado. La catedral de Colonia fue construida precisamente para dar abrigo a los restos de estos personajes: “Aquí reposan los restos de los tres Reyes Magos”, dice un letrero en el lugar donde supuestamente reposan dichos restos. Y como resultó le competencia a la catedral de Colonia, es decir otros también resultaron con el cuento de que tenían los restos auténticos, o por lo menos parte de ellos, entonces otro aviso en la misma catedral remata con esta afirmación: “No falta nada que haya sido llevado de aquí a otra parte”. Ojalá nosotros no nos quedemos con la envoltura del regalo.
Esta fiesta anuncia a todo el mundo que Jesús es Buena Noticia para todos los pueblos. Pablo lo dice directamente a la comunidad de Éfeso: “Ustedes los gentiles, han aceptando el evangelio, participan en Cristo Jesús, de la misma herencia, del mismo cuerpo y de las mismas promesas que el pueblo de Israel” (Ef 3, 2-3. 5-6 – segunda lectura).
Mateo, por medio de la historia de los magos, nos invita a ponernos en camino, para encontrar el Mesías y seguir sus pasos. A dejarnos guiar por la estrella, por ese sol que nace de lo alto que vino para iluminar a toda la humanidad, es decir, por Jesús y su Evangelio. A ofrecerle al Señor nuestros propios dones, todo lo que tenemos, con la seguridad de que él aceptará nuestra ofrenda y premiará nuestra búsqueda. A evitar el engaño de los Herodes que sólo buscan su propio interés y nos pueden tender trampas peligrosas. A no repetir las mismas actitudes de Herodes, preocupado sólo por su bienestar y por mantener enfermizamente el poder, como valor máximo de la vida.
Hoy es la fiesta de la apertura. La fiesta de los buscadores de Dios por diferentes medios, religiones, sectas o iglesias. Dios no es posesión de un pueblo, de una cultura o de una religión. Él se ha manifestado y lo sigue haciendo de diversas maneras. Nosotros lo descubrimos de una manera plena en Jesucristo y esa experiencia de salvación la compartimos con toda la humanidad, no para acabar con su experiencia religiosa e imponer la nuestra sino para proponer un camino que nos conduce irreversiblemente a la VIDA.
Oración
Padre, te damos gracias porque de muchas formas te has manifestado a la humanidad, siempre para salvarla. Gracias por toda la riqueza que nos comunicas por medio de la experiencia de los profetas, los salmos, las epístolas y el Evangelio. Gracias por todos los hombres y mujeres que te buscan desde sus respectivas culturas y experiencias religiosas. Nosotros te reconocemos por medio de Jesús, el Hermano Mayor de nuestra familia. El niño que desde la sencillez de su humilde cuna, sigue convocando a todas las personas de buena voluntad que quieran mejorar su vida, transformar la historia y madurar como seres humanos.
Danos una mente abierta para reconocer tu presencia salvadora en todos los movimientos religiosos que te buscan con sincero corazón y en todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Danos la capacidad de trabajar unidos por una misma causa: la protección de la vida, la salvación del género humano, la justicia, la reconciliación y la paz. Danos la gracia de experimentar tu inmenso amor, la plenitud de tu perdón y la alegría de tu salvación. Dale a cada día de nuestra existencia un sentido nuevo; que vivamos sumergidos en lo profundo de tu corazón y fortalecidos por la inagotable fuerza de tu Espíritu. Todo esto te lo pedimos animados por Jesús, luz que ilumina a toda la humanidad, Hijo tuyo y hermano nuestro, que vive y hace vivir por los siglos de los siglos. Amén.
Otros temas del mismo autor:
III Domingo. Tiempo de AVIENTO. Ciclo C
II Domingo. Tiempo de AVIENTO. Ciclo C
I Domingo. Tiempo de AVIENTO. Ciclo C
Aquí podrás escuchar el Evangelio y la reflexión para hoy:
Si deseas recibir en tu móvil por WhatsApp, únete a este grupo: https://chat.whatsapp.com/LpG5T2vq07kFMUGgU8WeUc
Para donaciones: https://www.paypal.me/padredomingovasquez
Presentarán el Libro «La que eligió su pueblo»
NACE EN LA POBREZA PARA REGALARNOS SU RIQUEZA
CONSTRUYAMOS SAGRADAS FAMILIAS