Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla (Párroco de la Parroquia Jesús Maestro)

El pasado 05 de septiembre, ha cerrado los ojos a esta vida terrenal para abrirlo en el cielo, Bladimir Castillo Regalado. Murió mientras regresaba de Filipinas a República Dominicana, donde participó como masajista en el torneo internacional deportivo de basquetbol.

Bladimir, nace en la primavera del primero de febrero de 1968, en el populoso sector del Ensanche Bermúdez. Fueron sus padres los señores Juan José Peña y Marina Isabel Regalado. Sus hermanos: Juan José, Junior, Rosa María, Yesenia y Richard. Procreo un hijo, Estiven.

El arte de la fisioterapia (masajes) a los atletas, lo aprendió de su tío Juan Isidro Castillo, quien a la otrora fue masajista del Equipo profesional de béisbol Águilas Cibaeñas.

Durante sus años de infancia practicó varios deportes, incursionó en el baile. Prestó servicios con los equipos de baloncesto como el GUG, Pueblo Nuevo, Sameji, CDP. También fue parte del Equipo Infantil de béisbol, que se proclamó campeón en el año de 2009, en la ciudad de San Francisco de Macorís.

Era un apasionado del deporte. No se limitaba a cumplir sus labores de masajista, sino que además imprimía ánimo a los jugadores, para que no perdieran las ganas de competir con entrega, estrategia y tenacidad.

Otros lo definen como una persona que se caracterizaba por su humildad y sentido del humor sano, jocoso, alegre, animador. Buen ser humano, trabajador infatigable y honrado.

Los apodos acuñados a través de los años hablan de su trayectoria en el mundo del deporte, por eso le decían sus más cercanos amigos, el Bla, NBA, la Bomba del Rey, el Rey del Hit.

Quien suscribe, puede decir de él, que hay en Bladimir, un antes y después. Como todo ser humano, que experimenta altas y bajas. Su corazón percibe el deseo de un cambio profundo para su vida. Deseaba felicidad, paz, alegría sincera, motivación.

Es en esas circunstancias que tiene un encuentro con Jesucristo y se refugia con libertad en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Después de este encuentro transformador y un camino de fe recorrido, se dedicaba a orientar a los jóvenes. En los torneos de deportivos elevaba la oración al Señor, antes de iniciar el juego.

Todo el que se convierte de verdad a Cristo, dejando a un lado el tipo de creencia que se profese, su vida cambia y Bladimir cambió. Su alma se encumbró a las alturas del cielo, se despegó del polvo de la tierra para sentir, mientras oraba, la ternura de Dios compasivo y misericordioso.

Para todos, Dios Padre Creador, tiene reservado, un día, una hora y un lugar para partir de este mundo terrenal, y efectivamente reservó para el hermano Blas, entregar su alma al Padre, que tanto amó, allá en las alturas del cielo, en el avión que lo traía de regreso a su patria dominicana, con el corazón cargado de proyectos, el Señor lo invita a subir más alto. No experimentó sufrimiento al morir, sino que un infarto al miocardio cerró sus ojos para siempre. ¡Que en paz descanso hermano Blas!

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