• Primera lectura: Hch 9, 26-31: “La Iglesia gozaba de paz”.
  • Salmo Responsorial: 21: “Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá”. 
  • Segunda lectura: I Jn 3, 18-24: “Amar no sólo de palabra, sino con obras y de verdad”.
  • Evangelio: Jn 15, 1-8: “Yo soy la verdadera vid, y el viñador es mi Padre”.

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Las fuentes de la palabra en este domingo nos hablan de comunión de vida con Cristo y con los hermanos mediante la fe y el amor.  Cristo es la Vid, es decir el tronco, y nosotros las ramas.  Unidos a Él por el Espíritu que nos dio, produciremos fruto abundante si cumplimos el mandamiento de Dios: creer en Jesús y amarnos unos a otros; como dio fruto el nuevo converso, Pablo de Tarso, una vez injertado en la comunidad eclesial que animaba el Espíritu Santo.  Unidos con Cristo roguemos por una unión más profunda entre nosotros al empezar esta Eucaristía.  Nos disponemos a recibir a los ministros de esta celebración cantando con alegría

En la primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, Lucas nos relata que después de su conversión, San Pablo fue a Jerusalén para ponerse en contacto con esa comunidad, Pablo es hermano en la fe y en el apostolado; Bernabé sirve de intermediario.  Pablo entró en relación con los dirigentes de la Iglesia madre.  Ellos le dieron una misión apostólica: predicar la Buena Nueva a los paganos.  Presten atención.

Esta lectura es continuación de la primera carta de Juan, en ella el Apóstol insiste en que construyamos la Iglesia con obras y no solamente con palabras.  La fe en Jesucristo y el amor fraterno es el gran criterio para saber si estamos en comunión con Dios.  Escuchen atentos este mensaje.

En el Evangelio para hoy se afirma en parábola la necesidad de permanecer unido a Jesús para dar fruto abundante: ¿Cómo permanecer en Cristo para dar fruto? Cumpliendo los mandamientos de Jesús, especialmente el del amor fraterno.  De pie para entonar con mucha alegría el Aleluya.

El que preside: Dirijamos hoy nuestra plegaria al Padre celestial, por medio de Jesucristo, Buen Pastor, que por su resurrección no ha constituido hijos de Dios, y supliquémosle diciendo: “Pastor bueno, escúchanos”.

1.    Para que los pastores de la Iglesia, movidos por la verdadera caridad conozcan a cada una de las personas a ellos confiadas, se acerquen a los alejados y estén dispuestos a dar su vida por su rebaño. Roguemos al Señor.

2.    Para que la comunidad eclesial y la comunidad doméstica, es decir, la familia, como lugares de crecimiento y educación en la fe, sepan cultivar los gérmenes de la vocación al ministerio pastoral y a la vida virginal por el Reino de Dios.  Roguemos al Señor.

3.    Para que quienes han oído o van a oír la voz del Señor, que los llama a seguirlo para el servicio y edificación de su pueblo, correspondan con docilidad al don del Espíritu. Roguemos al Señor.

4.    Para que todos los hijos de Dios tengan en alta estima el valor de la vida y de la persona humana, y no pierdan nunca el gran don de la libertad que Cristo ha conquistado.  Roguemos al Señor.

5.    Para que los obispos, los presbíteros y todos los ministros de la Iglesia que han muerto en el Señor sean eternamente felices junto con los hermanos a quienes, en nombre de Cristo, condujeron a los pastos de la vida eterna. Roguemos al Señor.

6.    Para que cada uno de nosotros los que estamos aquí presentes nos unamos más, los que hoy estamos divididos por buscar intereses y ventajas personales. Roguemos al Señor.

El que preside:  Concédenos, Señor, vivir siempre llenos de gratitud por estos misterios pascuales que celebramos, para que, continuamente renovados por su acción, se conviertan para nosotros en causa de eterna felicidad.  Por Jesucristo, nuestro Señor.  Amén.

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

 (San Alfonso María de Ligorio).

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