Solemnidad Nuestra Señora de la Altagracia, protectora de la República Dominicana

  • Primera lectura: Jon 3, 1-5.10: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”.
  • Salmo Responsorial: 24: “Señor, enséñame tus caminos”.
  • Segunda lectura: I Cor 7, 29-31: “Porque este mundo que vemos termina”.
  • Evangelio: Mc 1, 14-20: “Síganme, y haré que sean pescadores de hombres”.

Color: VERDE

En el Evangelio de hoy hay dos partes bien diferenciadas: 1ra un resumen de la predicación inaugural de Jesús en Galilea. 2da narración de las cuatro primeras vocaciones de discípulos por parte de Jesús.  Pescadores todos, que inmediata e incondicionalmente dejan todo, familia y redes para responder a la invitación de Jesús.  A cada uno de nosotros Dios nos llama, una y otra vez, a la conversión, al arrepentimiento, y nos invita a vivir más completamente con Cristo.  Abrámonos al amor de Dios y pidámosle que tengamos la fortaleza y el valor de cambiar lo que debe cambiarse en nuestra vida.  De pie por favor, para recibir a los ministros de la Eucaristía.

La narración legendaria de la primera lectura tomada del libro del profeta Jonás, nos enseña dos cosas importantes: revela la naturaleza universal de la misericordia de Dios y demuestra los efectos de la verdadera conversión.  Jonás se nos presenta hoy como un prototipo de Cristo en su predicación del Reino.  Escuchemos.

San Pablo mientras nos aconseja sobre la virginidad y el matrimonio, nos recuerda que hemos sido llamados a una nueva manera de vivir y a una nueva jerarquía de valores.  Mientras vivamos en este mundo imperfecto debemos tratar de vivir totalmente para Dios.

Jesús empieza el anuncio de la Buena Nueva afirmando que el Reino de Dios está cerca.  Nuestra respuesta debe ser convertirnos y creer en el evangelio.  La llamada de los discípulos ilustra claramente lo que quiere decir arrepentirse y creer: significa estar vinculados a Jesús.  Como anuncio de este Evangelio, cantemos jubilosamente el Aleluya.  De pie por, favor.

El que preside: La bondad del Padre nos ha insertado, por el bautismo, en el gran proyecto de la salvación.  Supliquémosle ahora para que también nos ayude a leer los acontecimientos de cada día a la luz de su providencia.  Diremos: “Venga tu reino señor”

-Por el Papa Francisco, los obispos, los sacerdotes y el pueblo santo de Dios, para que, como Jesús, prediquen el arrepentimiento y la conversión ante la cercanía del Reino de Dios.  Roguemos al Señor.

-Por los pueblos que viven en violencia, para que el señor les muestre, a través de quienes predican su Evangelio, que si lo dejan todo y lo siguen les dará la luz verdadera.  Roguemos al Señor.

-Por quienes consagran su tiempo a aliviar Los sufrimientos Y el dolor de los hermanos, para que en cada uno de ellos sepan reconocer la presencia y el rostro de Cristo.  Roguemos al Señor.

-Por nosotros, para que, animados por la escucha de la Palabra, podamos tomar decisiones radicales como los discípulos: “Ellos, dejando en La Barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús”.  Roguemos al Señor.

El que preside: Tu sabiduría, oh Padre, nos ayude a seguir tus caminos para que estemos firmemente anclados a la esperanza que resplandece en Cristo el Señor que vive contigo por los siglos de los siglos. Amén.

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”

(San Alfonso María de Ligorio).

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