Domingo, 7 de enero del 2024
Inicia el Tiempo Ordinario
- Primera lectura: Is 42, 1-4.6-7: “Te destiné a ser instrumento de la alianza”.
- Salmo Responsorial: 29 (28): “Aclamen la gloria del nombre del Señor”.
- Segunda lectura: Hch 10, 34-38: “Pasó él haciendo el bien”.
- Evangelio: Mc 1 ,7-11: “Tú eres mi hijo muy amado en quien me complazco”.
Color: BLANCO
Jesús, el Hijo muy amado
Hacer parte del grupo del Bautista fue para Jesús el punto de partida para su ministerio. Podríamos decir que allí terminó su formación pre-ministerial, ya que fue después del bautismo cuando él inició su vida pública. (Vale esto también, para recordar que en el trabajo evangelizador, además de fe y entrega por la obra del Señor, requiere de una formación sólida en distintas disciplinas. Hay que tener cuidado con quienes se aprenden unos cuantos versículos de la Biblia y empiezan a hablar bobadas, creyéndose los iluminados por el espíritu).
Los evangelistas presentan al Bautista en el desierto y en el río Jordán, aludiendo a toda la experiencia del Éxodo, así como a Elías, el precursor de los profetas (2Re 1,6-7). Con una vida muy austera, propia de los verdaderos profetas, vestido con un manto hecho de piel de camello, y alimentado con langostas y miel silvestre. Muy ubicado en su historia; con una madurez humana digna de admirar y una lucidez mental y espiritual tal, que le permitió reconocer en Jesús, algo más grande que él, indigno de desatarle las sandalias.
El Bautista no compitió con Jesús, comprendió que los dos eran parte del gran proyecto de salvación para el ser humano y no desperdició su vida creyéndose el protagonista central. (No pensó, como piensan algunos personajes de nuestro panorama mundial con delirios mesiánicos, que son el ombligo del mundo, que con ellos empieza la historia y sin ellos estaríamos perdidos). Supo cuándo actuar y cuándo retirarse para darle campo a otro, sin esa competencia desleal que se ve en nuestro mundo y, algunas veces también, en nuestras comunidades cristianas, animadas por deseos de sobresalir por encima de los demás.
Reconocer en Jesús a alguien más grande que él no lo llevó a infravalorar lo propio. Supo que su bautismo tenía sentido porque era signo de enmienda para buscar una compromiso con una vida mejor, pero el de Jesús iba más allá porque era del Espíritu Santo. (El Evangelio de Mateo – 28,19 – complementa y dice que es en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tal como lo tenemos ahora en la Iglesia).
Desde Nazaret fue Jesús en busca del Bautista. Hizo fila entre los que buscaban el perdón de los pecados, un alivio a sus dolores y salidas para sus muchos problemas. El Nazareno hizo parte de los que estaban ansiosos por la liberación de su pueblo, con la esperanza de un Mesías que los salvara de todo tipo de esclavitud. La experiencia religiosa con El Bautista y su bautismo fueron las pinceladas finales en la formación inicial de Jesús, para descubrir que tenía una misión especial en el mundo. El bautismo no es punto de llegada, como muchos en la actualidad lo ven, llevando una religiosidad mediocre, cumplidora y conformista; el bautismo es punto de partida para todo un camino con un compromiso a realizar.
En el bautismo de Jesús se hizo presente el Espíritu que lo acompañó durante su vida y fue el móvil de todos sus actos. Allí el Padre lo declaró su Hijo muy amado en el que se complacía. El hijo es el continuador de la obra del Padre, es el que se parece al Padre (Jn 5,191).
Jesús fue un Hijo que experimentó el amor. El Amor del Padre Dios manifestado primero en sus padres y, luego, de todas las personas con las que creció y compartió su vida, le permitió, como dice Lucas, crecer en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres (Lc 2,52). El amor es más importante de lo que nosotros pensamos. La falta de afecto sobre todo en las primeras facetas del ser humano, trae consecuencias desastrosas para el ser humano. Muchas personas viven llenas de frustraciones, odios, rencores, etc., por su fría formación o en el extremo, porque durante sus primeros años de vida sufrieron agresividad.
John Watson[1], un reconocido investigador del siglo pasado, aseguraba que el afecto paternal debía ser dosificado para no maleducar a los hijos: “nunca los abrace ni los bese y tampoco los deje sentar en su regazo”. Hoy sabemos que eso no es cierto y que, por el contrario, por la frialdad en las relaciones familiares muchas personas cargan una pesada cruz que no les permite desarrollarse plenamente.
No conozco a personas con traumas porque en su infancia o adolescencia no hayan tenido una casa de descanso en la playa, viajes por el mundo o los aparatos electrónicos de última generación. Pero sí conozco a muchas con graves problemas porque carecieron de lo fundamental: afecto, atención, protección, sentirse amados, consentidos.
Un estudio publicado en la revista Proceedings of the national academies encontró que en los primeros años de vida el contacto de los bebés con sus padres es vital para su desarrollo afectivo posterior, y carecer de él trae consecuencia muy negativas. Esto no quiere decir que en una persona maltratada o con una infancia dolorosa, todo esté perdido. Estas personas pueden recibir tratamiento y recuperarse, aunque el tiempo perdido nunca se pueda recuperar.
Jesús fue, antes que todo, el Hijo muy Amado. La vivencia del amor fue lo que a él le permitió desarrollar su capacidad de amar, de perdonar, de sanar, de reclamar y de enfrentar la injusticia, de construir comunidad de discípulos y discípulas con una única norma suprema: el amor. En toda la vida y obra de Jesús, en su compromiso con el ser humano, especialmente con los pobres y excluidos de la sociedad, transparentó el amor de Dios. Todo fue motivado por el Espíritu Santo que es el amor de complacencia.
Jesús, y ahora la ciencia lo confirma, nos ayuda a reconocer que el mejor estímulo, la mejor medicina y el mejor impulso para vivir es el amor. Que el mejor sentimiento por el que vale la pena luchar y entregarse es el amor. Que sin amor nada somos y con amor todo se puede, aún cosas inalcanzables para la razón, porque, como dijo Antoine de Saint Exupéry: “El corazón tiene razones que la razón no alcanza”.
Nosotros tenemos la oportunidad de abrirnos al amor de Dios manifestado en las personas y en la intimidad con Él. No dejemos pasar la oportunidad para brindar amor a nuestros hijos, a nuestros familiares, a los hermanos en la fe y a toda la humanidad. Dejémonos amar y demos amor, que en últimas ahí encontraremos el sentido de la vida. Si el amor es el motor de toda nuestra vida lo demás vendrá como consecuencia de ello. Entonces agradaremos al Padre tal como lo hizo Jesús, el Hijo muy amado en el que el Padre Dios encuentra toda su complacencia, porque “Dios es amor” (1 Jn 4,8).
Oración
Padre, fuente de vida, de amor, de afecto, de ternura y de todo lo bello. Te damos gracias por las personas que desde niños nos han brindado su amor, haciéndonos comprender que somos importantes, dignos y que la vida tiene sentido. Te damos por las personas que amamos y nos aman y con quienes realizamos nuestro proyecto vital.
Nos abrimos a tu gracia, a tu amor misericordioso, para que purifiques nuestros corazones y sanes nuestras heridas, a veces producidas por el desamor o por amores mal entendidos. Queremos vivir bautizados, sumergidos siempre en tu gracia, para llenarnos de ti y sentirnos protegidos, valorados, amados y capacitados para dar amor a manos llenas. Queremos que también en nosotros encuentres complacencia por nuestra manera de comunicar el amor.
Te pedimos que, llenos de la fuerza de tu Espíritu, tengamos la capacidad de pasar por nuestra vida haciendo el bien, superando realidades adversas y construyendo relaciones humanas que nos llenan de alegría, salud, plenitud y auténtica felicidad, según tu plan de salvación. Amén.
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