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  • Primera Lectura. I Jn 2, 29;3,1-6: “Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos”.
  • Salmo Responsorial: 97, 1.3cd-6: R/. Los confines de la tierra han contemplado” la victoria de nuestro Dios”.
  • Evangelio. Jn 1, 29-34: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”.

Queridos hermanos en la presencia santa de nuestro Señor Jesucristo, reciban alegría de parte de Dios Padre Celestial.

La liturgia de la palabra nos invita a ver en Jesús el cordero de Dios.

Vencer el pecado implica no dejarnos seducir por las tentaciones. Toda tentación esencialmente es atractiva, de lo contrario no fuera atrayente. La vida es un constante crecimiento y un regalo para ser recibido en gratitud. El pecado nos aleja del amor de Dios y nos entra al mal nos debilita por dentro. Pecar es siempre manifestación de una ruptura con nosotros mismos, con las demás personas y con Dios.

Todo el que permanece en él no peca, pues tiene temor de nuestro Señor.

Él es el cordero de Dios, el que tiene poder de sanar, liberar, restaurar y perdonar nuestros pecados

El que preside:  Con el alma llena de gozo por la maternidad divina de la Virgen María, dirigimos al Padre, que la ha asociado al misterio de la Redención, nuestra oración filial y confiada. 

Por la Santa Iglesia de Dios: para que, al celebrar las fiestas de Navidad, todos sus fieles renazcan a una vida de justicia, de libertad, de amor y de paz. Roguemos al Señor.

 Por todas las naciones del mundo: para que en este nuevo año reine la paz y la justicia. Roguemos al Señor.

Por los hijos y los padres: para que aprendan a escucharse los unos a los otros. Roguemos al Señor.

Por todos los que en otros años celebraban con nosotros estas santas fiestas y han partido de este mundo: para que en el Reino eterno contemplen el rostro de Cristo. Roguemos al Señor.

Por todos nosotros aquí reunidos: para que seamos fieles a Cristo y a nuestro compromiso cristiano durante este nuevo año. Roguemos al Señor.

El que preside: Oh, Dios, principio y fin de las cosas, recibe por medio de María, la Virgen y Madre, la oración confiada de tu pueblo, concédenos que, al celebrar, llenos de gozo, la solemnidad de la Santa Madre de Dios, así como nos gloriamos de las primicias de su gracia, podamos gozar de su plenitud.  Por Jesucristo, nuestro Señor.

Gregoria Mejía Hilario/greymhilario@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”

(San Alfonso María de Ligorio).

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