Lunes, 1 de enero del 2024
- Primera lectura: Núm 6, 22 – 27: “La bendición Aarónica”.
- Salmo Responsorial: 67(66): “Que canten de alegría las naciones”.
- Segunda lectura: Gal 4,4-7: “De manera que ya no eres esclavo sino hijo”.
- Evangelio: Lc 2,16-21: “Encontraron al niñito acostado en la pesebrera”.
Solemnidad. Color: BLANCO
“Maternidad eclesial de María”
Primera Lectura: Núm 6, 22-27
Lectura del Libro de los Números
El Señor habló a Moisés: «Di a Aarón y a sus hijos: Esta es la fórmula con que bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja; ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré».
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 66, 2-3.5-6.8
R/. El Señor tenga piedad y nos bendiga
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R/.
Que canten de alegría las naciones, porque riges al mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud, y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que te teman hasta los confines del orbe. R/.
Segunda Lectura: Gál 4, 4-7
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas
Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como son hijos, Dios envió a sus corazones al Espíritu de su hijo que clama: “Abba” (Padre). Así ya no eres esclavo, sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Palabra de Dios
Evangelio: Lc 2, 16-21
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios, por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Palabra de Dios
Evangelio: Lc 2, 22-40
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz: porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor
COMUNIÓN ESPIRITUAL
“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte” (San Alfonso María de Ligorio).
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