XXXI Semana. Tiempo Ordinario. Año I.
Miércoles, 8 de noviembre del 2023
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Ez 47, 1-2.8-9.12: “El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar”.
- Salmo Responsorial. 45, 2-3.5-6.8-9: “El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada”.
- Evangelio. Jn 2, 13-22: “Quiten esto de aquí; no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
“¡El templo es Casa de Dios! Es lugar de oración y recogimiento”
Hoy estamos celebrando la Dedicación de la Basílica de Letrán. La Dedicación es el nombre que se le da a una hermosa celebración con la que se consagra un templo para Dios y para la comunidad eclesial. Es decir, se dedica, se entrega a Dios ese templo y el Señor toma posesión de ese lugar como casa suya y de su Iglesia. Cada Parroquia y cada Diócesis celebra cada año el recuerdo de esa dedicación al Señor.
En este sentido las lecturas están encaminadas a ayudarnos a entender la importancia y trascendencia del templo como lugar de encuentro, consagrado y dedicado para el culto a Dios.
En la primera lectura, Ezequiel nos presenta el santuario como una fuente de agua que da vida y que va haciendo que a su paso todo vaya floreciendo y produciendo buen fruto. San Pablo, en su primera carta a los corintios les recuerda que el único fundamento sobre el cual se construye toda edificación es Cristo y nosotros como cristianos somos templo del Espíritu Santo.
En el Evangelio vemos a Jesús lleno de celo al ver a la casa de Dios convertida en un mercado. La ira de Jesús se debe a que el templo había perdido su sentido original para convertirse en una especie de supermercado desde el cual se comercializaban todos los objetos que posiblemente iban a ser utilizados para el culto. El celo de Jesús nos da una perfecta idea del profundo significado de santidad y respeto que se le debe a la “Casa de su Padre”.
¡El templo es Casa de Dios! Es lugar de oración y recogimiento donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor y a estar en compañía de Él. Todo esto lo sabemos, pero a veces inconscientemente nos convertimos en mercaderes irreverentes a la solemnidad que se le debe a este lugar sagrado.
Cada uno de nosotros puede convertirse en observador de los que visitan el templo un domingo, por ejemplo. Ahí veremos mujeres vestidas inapropiadamente para la celebración; personas de cualquier edad contestando llamadas o chateando (incluso en el momento de la consagración); conversaciones a viva voz entre amigos; personas “masticando chicle” como si estuvieran en un parque o sala de cine; venta de comida o golosinas o boletos para rifas (antes o después de la misa) pro-recaudación de fondos para un grupo a peregrinar. Esto para mencionar solo unos casos entre muchos otros que tú descubrirás. (Pero recuerda que esta actitud de “observador” no es con la que debes ir al templo).
Así como se nos invita a vivir la “HONESTIDAD EN LA VIDA FAMILIAR”, así también se nos invita a vivir la honestidad en la vida parroquial, porque la parroquia es “familia de familias”.
Hoy Pablo nos dice que “somos edificio de Dios y conforme al don que Dios nos ha dado, nosotros, como hábiles arquitectos, colocamos el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye”. (cfr. 1 Co 3,9).
Como padre, como madre, San Pablo nos advierte: “mire como cada uno construye”. Cabe preguntarnos: ¿Cómo estoy construyendo yo el templo que es mi familia? ¿Cómo estoy evitando que el Templo de Dios no lo convierta en un mercado?
¡Demos lo mejor de nosotros mismos y formemos a nuestros hijos según las enseñanzas del Señor!
(Guía Litúrgica)
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