Por Sor Laidys Peguero Rodríguez
Los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, narran el encuentro de Jesús con el Cirineo, de este hombre no sabemos el nombre, pero sí sabemos que era natural de Cirene.
Es obligado por los soldados a llevar la cruz de Jesús.
Realiza su misión como algo que le ha sido solicitado, bien pudo decir: vengo cansado del trabajo del día, que lo haga otro, sin embargo, no esperando recompensa o reconocimiento por la ayuda prestada, carga con la cruz de Cristo.
En nuestra vida nos hemos encontrado con muchos cirineos, son personas que nos han apoyado en diferentes momentos de nuestra vida y que han dado de su tiempo, esfuerzos y cariño, para que nosotros en algún momento se nos aliviara el peso de la cruz.
Los cirineos los encontramos en todas partes: el que ayuda a una anciana a cruzar la calle, el que visita a un vecino solo y enfermo, el que aconseja a un adolescente que va por mal camino, el que te sonríe el día en que estás triste y te ayuda a ver el gran amor de Dios, el catequista, la enfermera, el personal de limpieza, el abogado, la religiosa, que hacen su misión con dedicación, alegría, entrega y desinterés, se convierten en cirineos de aquellos a quienes ayudan.
Qué bueno sería que hoy reconociéramos las actitudes de cirineo que vemos en quienes nos rodean y que también en este caminar cotidiano podamos cultivar esas actitudes de generosidad, solidaridad y entrega a quienes vemos cargando cruces tan pesadas.
Salgamos, pues a llevar alivio, paz y consuelo a tantos que van en el camino de la cruz.
Dios te bendiga porque has sido Cirineo para muchos.
Viva Jesús para siempre en nuestros corazones.
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