II Semana del Salterio
- Primera lectura: Jer 20,7-9: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”.
- Salmo Responsorial: 62, 2-6.8-9: “Mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti…”.
- Segunda lectura: Rom 12,1-2: “Voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo prefecto…”.
- Evangelio: Mt 16,21-27: Quien quiera salvar su vida, la perderá…”.
Color: VERDE
“PONER RESISTENCIA AL PLAN DE DIOS”
Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Seguimos profundizando en torno a la Palabra en este Domingo XXII del Tiempo Ordinario, es una oportunidad de oro que nos regala el Señor de poder interpretar esta palabra y sacar provecho espiritual en beneficio de nuestro diario vivir.
San Mateo nos regala un pasaje difícil de digerir por parte de los discípulos los amigos cercanos del Maestro, pues toman resistencia ante el cuadro que el mismo Jesús les presenta.
“En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día”.
Jesús en esta ocasión como en otra es ante todo realista, aunque esto provocó un ambiente de inquietud e inestabilidad de sus discípulos. Muestra de esto es lo que pasa con Pedro que es capaz de llevárselo a aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”.
No cabía en la mente de Pedro que su Maestro tuviera que pasar por ese momento tan desagradable que él mismo anunciaba refiriéndose a su misma persona.
Ante la posición de negación y resistencia de este hombre, Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate de mí vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios”.
Esta actitud y respuesta por parte de Jesús nos deja claro que negarse a ese proceso cruel, doloroso, incómodo y en cierta medida incomprensible, era lo mismo que ser desobediente con Dios y no abrasar su voluntad.
La actitud de Pedro hace que Jesús lo tome de ejemplo para dirigir unas palabras a todos los demás discípulos, es cuando le dijo: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”.
Es entonces en ese momento cuando Jesús les deja entender la verdadera dinámica y el sentido real del cristianismo: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará”.
Finalmente termina enfatizando: “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta”.
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