Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla (Párroco de la Parroquia Jesús Maestro)

El pasado domingo seis de agosto, el papa Francisco, ha clausurado la Jornada Mundial de la Juventud, en Lisboa, Portugal. Más de un millón de jóvenes acudieron a la convocatoria. Fueron días intensos, de reflexión, oración, de penitencia, de escucha, de cooperación, de la presencia del Espíritu Santo.  El lema de este año rezaba así: “María se levantó sin demora” (Lc 1,39). El himno se titulaba: “Hay prisa en el aire”. Les ofrezco un resumen de su elocuente homilía que marcó el itinerario de vida de los jóvenes.  El Romano Pontífice, exhortaba a los jóvenes tres verbos: Resplandecer, escuchar y no tener miedo.

La primera, resplandecer. Jesús se transfigura, el Evangelio dice que «su rostro resplandecía como el sol» (Mt 17,2). Hacía poco que había anunciado su pasión y su muerte en la cruz. Jesús toma a tres de ellos —Pedro, Santiago y Juan—, los conduce a un monte y se transfigura. Y este «baño de luz» los prepara para la noche de la pasión. También hoy nosotros necesitamos algo de luz, un destello de luz que sea esperanza para afrontar tantas oscuridades que nos asaltan en la vida, tantas derrotas cotidianas para afrontarlas con la luz de la resurrección de Jesús, porque Él es la luz que no se apaga, es la luz que brilla aun en la noche. Nos volvemos luminosos, brillamos, cuando, acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él. Amar como Jesús, eso nos hace luminosos, eso nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amiga, amigo, vas a ser luz el día que hagas obras de amor. Pero cuando en vez de hacer obras de amor hacia afuera, se miran a sí mismo, como un egoísta, ahí la luz se apaga.

El segundo verbo es escuchar. En el monte, una nube luminosa cubrió a los discípulos, y esa nube desde la cual habla el Padre (Mt 17,5), que dice: Este es mi Hijo amado, escúchenlo. Escuchar a Jesús, todo secreto está ahí. Escucha qué te dice Jesús, porque Él tiene palabras de vida eterna para nosotros. Resplandecer, la primera palabra, sean luminosos, escuchar, para no equivocarse el camino, y al final, la tercera palabra, no tener miedo. «No tengan miedo». Estas fueron las últimas palabras que en este momento de la transfiguración Jesús dijo a los discípulos: «No tengan miedo». A ustedes, jóvenes, que han vivido este gozo, estaba por decir esta gloria —bueno, algo de gloria es—, este encuentro con nosotros; a ustedes que cultivan sueños grandes pero a veces ofuscados por el temor de no verlos realizarse; a ustedes, que a veces piensan que no serán capaces, un poco de pesimismo se nos mete a veces; a ustedes, jóvenes, tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse quizás fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa; a ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo —y está bien que quieran cambiar el mundo— y que quieren luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús hoy les dice: «No tengan miedo».

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