Feria o Memoria Libre: San Sarbelio Marklluf, Presbítero

Lunes, 24 de julio del 2023

Color: BLANCO

  • Primera Lectura. Ex 14, 5-18: “No tengan miedo, estén firmes, y verán la victoria que el Señor les va a conceder hoy”.
  • Salmo Responsorial. Éxodo 15, 1-2.3-4.5-6: “Cantemos al Señor, sublime es su victoria”.
  • Evangelio. Mt 12, 38-42: “…y aquí hay uno que es más que Salomón”.

“No hay peor ciego que aquel que no quiera ver”

El sábado leíamos cómo el pueblo de Israel salía de Egipto, pero hoy vemos que el Faraón se arrepiente de haberles dejado escapar y emprende su persecución. Y, qué poca memoria la del pueblo israelita. Acaban de ser liberados de la esclavitud y ya se han olvidado de Dios. Empiezan a murmurar contra Moisés, nada más ver que les persiguen los egipcios. Moisés les tiene que animar: «no tengan miedo, verán la victoria que el Señor les va a conceder». Y les invita a seguir adelante con decisión, hacia la libertad.

Por encima de un pueblo que duda, que tiene miedo, que no acaba de confiar en la palabra de Yahvé, se destaca la figura de Moisés como un hombre de fe. Su fe es pura e inquebrantable. Es una fe vivida con toda sinceridad y proyectada sobre los demás como un testimonio irrebatible. Así ha de ser la fe nuestra. Pidamos continuamente al Señor que aumente nuestra fe.

“No hay peor ciego que aquel que no quiera ver”, dice un refrán popular y que hoy se aplica perfectamente a los fariseos y los letrados que piden una señal. Jesús vivía haciendo señales, milagros; pero los hacía por compasión con los que sufrían y para mostrar que era el enviado de Dios y el vencedor de todo mal. Pero no quería que la fe de las personas se basara únicamente en las cosas maravillosas, sino, más bien, en su Palabra. Además, los letrados y fariseos que le piden un milagro ya habían visto muchos y no estaban dispuestos a creer en Él, porque cuando uno no quiere oír el mensaje, no acepta al mensajero. La respuesta de Jesús es apelar al signo de Jonás y a la ciudad de Nínive. A Jonás le creyeron los habitantes de una ciudad pagana, Nínive, y se convirtieron, mientras que a Él no le acaban de creer.

Nosotros tenemos la suerte del don de la fe. Para creer en Cristo Jesús no necesitamos milagros nuevos. La fe no es cosa de pruebas exactas, ni se apoya en nuevas apariciones ni en milagros espectaculares o en revelaciones personales. Jesús ya nos alabó hace tiempo. Pero, a pesar de tener el don de la fe, nosotros los cristianos podemos correr el peligro de pedir a Cristo que nos envíe una señal para seguir creyendo. Sabemos que Él es Dios, pero queremos dar gusto a nuestros sentidos. Queremos ver y tocar. Nos olvidamos (de) que Dios no está en las grandes tempestades ni en los terremotos, no está en la televisión ni en las primeras páginas de los periódicos.

Dios se hace presente en el susurro que se escucha en nuestras almas, en el momento de silencio en el que le buscamos tras una jornada de trabajo llena de dificultades y ajetreo, en el encuentro familiar de oración en el que le hacemos partícipe de nuestras cosas, en la paz del corazón de quien deja por un momento todas las cosas para escuchar su voz.

(Guía Litúrgica)

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