- Primera lectura. Ez 18, 21-28: “Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá”.
- Salmo Responsorial. 129, 1-2.3-4ab.4c—6.7-8: “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?”.
- Evangelio Mt 9, 14-15: “Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán”.
Color: MORADO
“Debemos poner el énfasis en el amor a Dios y los hermanos”
El Señor nos habla por boca del Profeta Ezequiel y, una vez más, nos ofrece su mano tendida. Desde el Antiguo Testamento su misericordia se nos anuncia claramente, la posibilidad de arrepentirnos y corregir nuestras malas acciones es la llave que abre la puerta a la vida eterna. Nuestros pecados serán olvidados si hay verdadero arrepentimiento. Pero del mismo modo si obramos mal, eso tampoco se olvidará.
Muchas veces no entendemos a Dios, incluso nos enfrentamos a Él por lo que consideramos injusto, sin darnos cuenta de que nuestras obras son la causa de esa supuesta “injusticia divina”. En ese sentido, no debemos olvidar nunca que Dios es Padre, y un padre siempre quiere lo mejor para sus hijos.
En el último párrafo de la primera lectura se nos invita a la reflexión, a mirar en nuestro interior, a hacer honestamente un examen de conciencia. Sería bueno que en este tiempo de Cuaresma recuperásemos la costumbre de meditar unos minutos al final del día sobre nuestras acciones y corrijamos aquello que no hayamos hecho bien y pidamos perdón a Dios.
En el Evangelio Jesús nos llama a ir más allá del legalismo. La Ley de Moisés apunta al mínimo necesario para garantizar la convivencia. Los maestros de la Ley y los fariseos eran cumplidores estrictos de los mandamientos. Pero el cristiano, instruido por Jesucristo y lleno del Espíritu Santo, ha de procurar superar este mínimo para llegar al máximo posible del amor.
Hay quien dice: ‘Yo soy bueno porque no robo, ni mato, ni hago mal a nadie’; pero Jesús nos dice que esto no es suficiente, porque hay otras formas de robar y matar; a la honestidad también hay que agregarle la integridad en la vida cotidiana.
Jesús nos advierte sobre el creernos seguros por el hecho de cumplir requisitos con los que podemos reclamar méritos a Dios. Debemos poner el énfasis en el amor a Dios y los hermanos, amor que nos hará reconocer humildemente nuestras faltas.
(Guía Litúrgica)
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