(Memoria Libre: San Enrique)
Jueves, 13 de julio del 2023
Color: VERDE o BLANCO
- Primera Lectura. Gn 44, 18-21.23b-29; 45, 1-5: “Yo soy José, su hermano, el que vendieron a los egipcios”.
- Salmo Responsorial. 104,16-17.18-19.20-21: “Recuerden las maravillas que hizo el Señor”.
- Evangelio. Mt 7, 7-15: “Lo que han recibido gratis, denlo gratis”.
“Confiemos más en la fuerza de Dios que en nuestras cualidades”
La primera lectura de hoy es una continuación de la historia de José, del reencuentro y la reconciliación con sus hermanos. Antes de esta página, en el Génesis se cuenta que, en el segundo viaje de sus hermanos a Egipto, en busca de víveres, José retiene a Benjamín, su hermano menor, con el pretexto de que ha «robado» un cáliz, que él se había encargado de que escondieran precisamente en el saco de Benjamín.
Cuando Judá, intercediendo por su hermano pequeño, le cuenta un relato que él conocía muy bien, el de su venta por unas monedas, José no puede ya contenerse más y, entre lágrimas, se da a conocer a sus hermanos, creando en ellos una situación de sorpresa y de miedo: «yo soy José, su hermano, al que ustedes vendieron a los egipcios». Pero no tienen que temer, porque les perdona: «acérquense a mí».
La lección se pone en boca de José: «para su salvación me envió Dios delante de ustedes». Los planes de Dios son admirables. Él va llevando a cumplimiento su promesa mesiánica por caminos que nos sorprenden.
La historia de José nos recuerda la de Jesús, que también es vendido por los suyos y llevado a la cruz; que muere pidiendo a Dios que perdone a sus verdugos; que parece haber fracasado en la misión encomendada, pero que nos muestra cómo Dios consigue sus propósitos de salvación también a través del mal y del pecado de las personas. Nosotros tendríamos que aprender, sobre todo, a perdonar a los que nos han ofendido, tal como lo hizo José con sus hermanos y como lo hizo Jesús desde la cruz.
Continuamos la lectura del discurso de la misión. Mateo enumera algunas normas que constituyen el estilo misionero de Jesús; el discípulo misionero: Ante todo, lo que tienen que anunciar es el Reino de los Cielos, el proyecto salvador de Dios, además, a las palabras deben seguir los hechos: curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, echar demonios.
Los enviados de Jesús deben actuar con desinterés económico, no buscando su propio provecho, sino «dando gratis lo que han recibido gratis». Este estilo es la llamada «pobreza evangélica»: que no se apoya en los medios materiales (oro, plata, vestidos, alforjas), sino en la ayuda de Dios y en la fuerza de su palabra.
Un misionero, además, debe ser consciente (de) que en algunos sitios los recibirán y en otros no los querrán ni escuchar. Nos conviene revisar nuestro modo de actuar, comparándolo con estas consignas misioneras de Jesús. No se trata de tomarlas al pie de la letra, sino de asumir su espíritu: el desinterés económico; la generosidad de la propia entrega: ya que Dios nos ha dado gratis, tratemos de igual modo a los demás.
Confiemos más en la fuerza de Dios que en nuestras cualidades o medios técnicos; nos irá mejor si llevamos poco equipaje y si trabajamos sin demasiados cálculos económicos y humanos. No nos contentemos con palabras, sino mostremos con nuestros hechos que la salvación de Dios alcanza a toda la persona humana: a su espíritu y a su cuerpo. A la vez que anunciamos a Dios, luchamos contra el mal y las dolencias y las injusticias.
(Guía Litúrgica)
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