Domingo, 30 de noviembre del 2025
Color: MORADO
- Primera lectura: Is 2,1-5: Las armas de guerra se convertirán en herramientas de trabajo.
- Salmo Responsorial: 121,1-2.4-5.6-7.8-9: ¡Qué alegría! Vamos a la casa del Señor.
- Segunda lectura: Rom 13,11-14: Es hora de despertar del sueño.
- Evangelio: Mt 24,37-44: Estén en vela.
“Estar despiertos”

Carlos Marx acusó al cristianismo de ser el opio del pueblo. Pero eso hay que analizarlo con detenimiento. Es cierto que en algunos momentos la religión en manos de comerciantes utilizó la sensibilidad religiosa de los pueblos y se aprovechó del camino de Jesús para engañar, adormecer y explotar al ser humano, pero eso no significa que el camino de Jesús sea por sí mismo un engaño. Originalmente la fe cristiana no fue precisamente opio que adormecía sino todo lo contrario, fue un llamado al pueblo para que, con la fuerza del Espíritu, se levantara contra todo el sistema que lo excluía y lo condenaba y así, dignificara su vida. A Jesús lo mataron los poderosos no porque adormeciera a la gente sino porque despertaba su consciencia crítica, le devolvía la esperanza de vivir dignamente y la animaba a construir la justicia del Reino. Además, antes de que los traficantes de lo religioso utilizaran el cristianismo para adormecer, engañar y explotar, otros lo habían hecho con diferentes religiones o con ideologías que prometían salvación.
Hoy ya no existen estados ni imperios cristianos. Dios ya dejó de ser un problema y fuente de inspiración para muchas personas. “Dios ha muerto, viva el súperhombre”, profetizó Nietzsche. Han pasado miles de revoluciones que anunciaban tantas cosas bonitas, así como el imperio de la razón o de la “diosa razón” como la llamaron en la modernidad, que prometía darle solución a todas las necesidades del ser humano.
Pero después de todo, hoy el mundo no es más libre ni más feliz. Al caer un gallo sube otro. Hoy otros han asumido el poder e impera el marketing manipulado por unos colosos sedientos de dinero. En los centros comerciales, templos postmodernos, se le rinde culto al dios consumo y al dios confort, y se sacrifican miles y miles de personas a quienes se trata como desecho humano, sin reconocerles derechos ni dignidad. Mientras tanto gran parte del mundo sigue el juego de los espejos donde no parece haber límites para la ilusión engañosa.
El evangelio de hoy presenta a Jesús en Jerusalén llamando la atención de sus discípulos con casos de las personas que viven de manera inconsciente. La figura del diluvio universal es la representación de los cambios que se hacen necesarios, pues hay un mundo que requiere urgentemente una explosión, una transformación radical, aunque dolorosa. Las sociedades, las instituciones, las comunidades y también las personas, algunas veces llegamos a un punto límite de corrupción, de mentira, de engaño o de maltrato a nuestra dignidad humana, en el que tocamos fondo y reventamos.
Mucha gente no es consciente de todo esto y viven sin un sentido crítico. Como dice el evangelio: comen, beben, compran, venden, se casan… (Lc 17,26-28); en otras palabras: para donde va Vicente, va la gente. El problema no es comer, beber, casarse, etc.; el problema es que muchos individuos pasan la vida como zombis sin pensar por sí mismos, sin superar la mayoría de edad, eternos infantes, eternos adolescentes, amantes de lo superfluo. Viven embelesados en los nuevos opios: las modas, la TV, la radio, las revistas, los periódicos, el fútbol u otros deportes, etc., cuando estos son manipulados y utilizados sólo como entretenimiento cómplice de la desinformación. ¡Y ojo que la religión puede ser un complemento perfecto para esto! ¡Estemos alerta para no caer en lo mismo!
“Permanezcan pues en vela”, les dijo Jesús. “Ya es hora de despertar del sueño… dejemos las obras de las tinieblas y tomemos las armas de quien actúa a la luz del sol”, le escribió Pablo a la comunidad de Roma. (13,11-14 – segunda lectura). Ante las crisis algunas personas prefieren meter la cabeza en un hoyo, como hace el avestruz. “Cógela suave, que en el fondo la cosa no está tan dura”, suelen decir estos incautos. Pero sabemos que huyendo de los problemas tan solo lograremos que avancen y se compliquen más.
La verdadera vida cristiana no es opio ni búsqueda socarrona de una paz espiritual. El camino de Jesús implica la toma de conciencia de nuestra realidad personal y comunitaria; de lo profundo del ser humano, así como de los acontecimientos e ideologías. ¿Sabemos cómo va el mundo, qué ideologías conducen la historia, qué hay detrás de las tendencias de la moda y de los fenómenos políticos, sociales, musicales o religiosos?
Esta toma de conciencia de la realidad de ninguna manera es para que nos lamentemos, ni para que nos sentemos a llorar por la leche derramada. Necesitamos tener los pies en la tierra, no para llenarnos de miedo, ni criticarlo todo negativamente. Ante cualquier circunstancia, por adversa que sea, la mirada cristiana siempre debe estar cargada de esperanza. Así como en medio de la dura situación que se vivía en el tiempo de Isaías, el profeta lanzó a su pueblo la utopía de un mundo en paz: “Convertirán sus espadas en arados, y sus lanzas en herramientas de trabajo. No alzará la espada un pueblo contra otro, nadie se adiestrará para la guerra. ¡Ven, pueblo de Jacob, caminemos a la luz del Señor!” (Is 2,4-5 – primera lectura).
Ésta no es una ilusión quimérica e irrealizable. El profeta no promete un mundo sin problemas en el que haya una total ausencia de conflicto y todo sea armonía. Ésta es una utopía que parte de la realidad, pero alimenta el espíritu humano para enfrentar el devenir histórico y transformarlo. El profeta habla de convertir las armas en herramientas de trabajo, porque se requiere trabajo impulsado por una esperanza activa y gozosa. Por eso termina su oráculo invitando a su pueblo a seguir los caminos de Dios: “¡Ven, pueblo de Jacob, caminemos a la luz del Señor!”
El tiempo litúrgico que empezamos hoy es precisamente un camino de esperanza. Un camino de reflexión y oración hacia la gran celebración de la encarnación del Verbo en nuestra naturaleza humana, el cual puso su tienda entre nosotros para humanizarnos más y hacernos cada día más plenos y felices.
Se hace necesario superar muchas cosas y seguir adelante. Jesús insistió: “Acuérdense de la mujer de Lot”. ¿Recordamos lo que le pasó a la mujer de Lot? Pues por volver la mirada hacia atrás fue convertida en una estatua de azufre. Es decir, tenemos la tendencia de volver al pasado y quedarnos en él. A seguir haciendo las cosas porque como dicen algunos: “siempre se ha hecho así, siempre ha sido así… más vale malo conocido que bueno por conocer… todo tiempo pasado fue mejor…” Pero la vida nos pone unos retos a los cuales hay que hacer frente. Hay mirar hacia adelante. Tenemos que estar a la altura de los desafíos de la historia. Hay cosas valiosísimas del pasado para aprender, grandes lecciones, grandes valores. Pero tenemos que abrirnos a lo nuevo, a los caminos que es preciso recorrer para crecer como humanos. El pasado nos enseña, la historia nos enseña. Por eso Jesús recurrió a la memoria, recordando estos dos acontecimientos para hacer ver la necesidad de su tiempo presente. En otras palabras: miren que se están viviendo hoy esos mismos tiempos y esas necesidades, esos quiebres de la historia, esa explosión de la cual brotará un nuevo mundo y en vez de quejarnos y llenarnos de pesimismo necesitamos enfrentar los retos de hoy.
¿Nos damos cuenta de esa realidad hoy a nivel personal, a nivel familiar, a nivel eclesial, a nivel social? ¿Qué mundos, qué esquemas mentales, personales o sociales necesitamos romper para crear algo nuevo? ¿Qué renovación interna, qué cambios radicales en nuestra humanidad, en nuestra Iglesia?
“Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo”, remató Jesús. ¿Cuáles son esos signos que nos hablan de la realidad? Signos de descomposición, pero también signos de esperanza y de vida, pues en medio de la descomposición se van generando nuevas vidas. Ojalá descubramos los signos de nuestro tiempo y vivamos los procesos necesarios de renovación integral para favorecer la vida.
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hi
Deseo leer laso moniciones porque me hace entender mejor las lecturas gracias
Puedo recibir diaria mente la palabra diría?
Quisiera que me mandasen las moniciones de las lecturas del Domingo.



Interesante percatarse de lo que decís aquí: como la comodidad y las pequeñas seguridades pueden anestesiar el corazón olvidando las…