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  • Primera Lectura. Dn 5,1-6.13-14.16-17.23-28: “Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el límite”.
  • Salmo responsorial: Dn 3,62.63.64.65.66.67: “Ensálcenlo con himnos por los siglos”.
  • Evangelio. Lc 21,12-19:“con su perseverancia salvarán sus almas”.

El Salmo nos ofrece otra perspectiva: toda la creación está llamada a bendecir al Señor. Sol, luna, astros, viento, fuego y frío: todos se unen en un himno que proclama que sólo Dios es digno de alabanza. Frente al orgullo de Baltasar, la oración del Salmo nos recuerda que nuestro lugar verdadero es vivir en alabanza y gratitud, reconociendo que somos criaturas y que dependemos de nuestro Creador.

El Evangelio nos lleva a las palabras de Jesús a sus discípulos: “Los perseguirán, los harán comparecer… todos los odiarán por causa mía”. No es un mensaje fácil, pero está lleno de esperanza. Jesús nos asegura que en medio de la persecución Él nos dará la sabiduría para hablar, y que “ni un cabello de su cabeza perecerá”. Lo esencial es perseverar, porque “con su perseverancia salvarán sus almas”.

Como comunidad, estas lecturas nos interpelan profundamente. El rey Baltasar nos muestra el peligro de vivir de espaldas a Dios, creyendo que lo podemos todo con nuestras fuerzas. Cuántas veces también nosotros, en familia o como Iglesia, nos dejamos seducir por seguridades falsas: el consumismo, el prestigio, la autosuficiencia. Pero la Palabra nos recuerda que todo eso se derrumba si no está sostenido por el Señor.

En cambio, la promesa de Jesús nos llena de esperanza. Aunque vengan pruebas y rechazos, no caminamos solos. Somos peregrinos de esperanza, sostenidos por el Misterio Pascual: la cruz no es el final, sino el camino que nos lleva a la vida nueva. La perseverancia es la clave para mantenernos firmes, confiando en que el Señor nos acompaña y nos fortalece con su Espíritu.

Este mensaje es especialmente significativo en este mes de noviembre, mes de la familia. La familia es la primera escuela de perseverancia: allí aprendemos a apoyarnos mutuamente, a sobrellevar las dificultades y a mantener la fe en medio de los retos cotidianos. Como pueblo de Dios, queremos ser una familia grande que camina unida, que anima y sostiene a cada miembro en su esperanza.

Hoy pedimos al Señor que nos libre de la soberbia de Baltasar y nos conceda la perseverancia que Jesús nos pide. Que aprendamos a alabarlo con toda nuestra vida, como lo hace la creación en el Salmo. Y que, como comunidad, vivamos como un pueblo peregrino, centrado en el Misterio Pascual, testigos que la esperanza nunca defrauda.

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