Al acercarnos al final del año litúrgico, la Iglesia nos anima a contemplar nuestro mundo, el paso del tiempo y a reflexionar sobre cómo respondemos con confianza a la fidelidad de Dios.
En la Primera Lectura, el profeta Malaquías habla del fin de los tiempos, del gran día del Señor: habrá castigo para los arrogantes y malhechores, pero quienes respetan al Señor experimentarán una sanación como cálidos rayos de sol.
El Salmo celebra la venida del Señor para juzgar, no con temor, sino con alegría y alabanza.
San Pablo (Segunda Lectura), dándose como ejemplo, nos aconseja sobre cómo vivir mientras esperamos la venida del Señor. Debemos trabajar con discreción y diligencia en y para la comunidad. No debemos desanimarnos ni caer en la inactividad o la pereza.
Jesús, en el Evangelio, predice la destrucción del Templo y otros acontecimientos catastróficos, así como la persecución y la traición. Les dice a sus discípulos que no teman: no es el fin del mundo, y les promete cuidarlos. Su perseverancia les dará la vida.
Como peregrinos de la esperanza, las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre el significado de la esperanza para nosotros ante las tragedias de nuestro mundo. Dios no nos abandonará
El Templo en Jerusalén
Jesús está predicando en el Templo; algo que hacía a diario. El templo mismo, construido por instigación de Herodes, probablemente para apaciguar a los judíos, fue una maravilla arquitectónica; estuvo en construcción durante la mayor parte de la vida de los discípulos y era un símbolo de orgullo nacional para los judíos. No se ahorraron gastos en el uso de las mejores piedras y las mejores decoraciones. Allí se reunía la Iglesia Primitiva, y su destrucción por los romanos, que Jesús aquí predice cuarenta años antes de que el evento realmente sucediera: sería un acontecimiento crucial en la vida del pueblo.
El fin del mundo
Había una preocupación general de que el fin del mundo era inminente. Lucas menciona el fin de los tiempos en tres episodios precedentes: sobre el viaje a Jerusalén (Lucas 12, 35–53; 17, 20–37) y al entrar en la ciudad (19, 41–44).
Fecha probable y signos
Los judíos habían esperado el Día del Juicio durante siglos. Los profetas del Antiguo Testamento lo habían anunciado: Dios salvará a su pueblo y aplastará a los perseguidores de Israel. El grito de los discípulos es muy familiar para todos los que sufren: “¿Cuándo sucederá?», «¿Cuánto tiempo más tenemos que soportar esto?»
Pero Lucas indica claramente que el fin de los tiempos aún está lejano. En esta parte del discurso, el relato de Lucas sobre el fin de los tiempos se centra más en las reacciones de las personas que en los eventos apocalípticos. Él entiende la naturaleza humana. En momentos de eventos catastróficos, el pánico se establece y a menudo es seguido por el odio, incluso dentro de la familia. Los cristianos tendrán que soportar la persecución tal como lo hizo Jesús; serán acusados por las autoridades religiosas y civiles.Ansiedad y tranquilidad
Jesús anima a tus seguidores: sean ustedes mismo; continúen predicando la Buena Noticia. No se preocupes por qué decir; perseveren y el Espíritu Santo le dará las palabras correctas (como sucedería más tarde cuando Pedro compareció ante el Sanedrín, en Hechos 4, 8–13). La soberanía de Dios a través de la presencia del Espíritu Santo eventualmente triunfa sobre el mal en todo el universo