Martes, 29 de abril del 2025
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Hch 4,32-37: “Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor”.
- Salmo Responsorial: Responsorial: 92,1ab.1c-2.5: “El Señor reina, vestido de majestad”.
- Evangelio. Jn 3,5a.7b-15: “Hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto”.
“Hay que volver a nacer”

En este pasaje de los Hechos de los Apóstoles se nos recuerda lo importante que es la COMUNIÓN y la UNIDAD EN LA FE. Lo que más destacaba en la relación de los primeros creyentes era su convicción de fe, su solidaridad y su entrega a los demás. Nosotros estamos llamados a ser como ellos y esas dos deben ser una característica de las relaciones que tenemos con otros creyentes en nuestra comunidad.
Tenemos dentro de nosotros una gran capacidad de compartir y ayudar a los demás, y de manera especial, debemos acercarnos a aquellos que forman parte de nuestra comunidad de fe. Eso debe ser un reflejo de la presencia de Cristo en nuestras vidas. La comunión es una expresión clara de que creemos lo mismo, que luchamos por un objetivo común y que nos importamos los unos a los otros en el amor de Cristo.
Vivir de esta manera es dar un poderoso testimonio de la Resurrección no solamente con palabras, sino con los signos que todos pueden contemplar, y ese es el mejor anuncio del Reino de Dios. Y detrás de todo esto, como motor y fuente, el Espíritu Santo. Él es el que produce estos frutos en nosotros, ese ‘querer’ el bien para los demás.
Hoy la Palabra de Dios nos invita a caminar hacia ese modelo de Comunidad, porque cuando nos mueven nuestros propios intereses, sean económicos, materiales o egoístas, a lo mejor podremos tener una gran unión (como una cooperativa o un sindicato), pero no tendremos un solo corazón. No veremos maravillas, ni a Dios obrar en medio de nosotros. Por eso Jesús nos propone en su Evangelio que nos dejemos ‘mover por el Espíritu’, que es el que puede lograr que tengamos un solo corazón y una sola alma. Vayamos a revisar cómo hemos abierto el corazón al Espíritu y si estamos dispuestos a dejarnos mover por su fuerza o si nosotros lo queremos manipular.
En el Evangelio, lo que Jesús quería transmitirle a Nicodemo acerca del Espíritu Santo era: “Tú no comprendes todo acerca del viento, pero ves los efectos. Así es justamente con el nacimiento del Espíritu.” Jesús quería que Nicodemo supiera que no tenía que entender todo sobre ese nacimiento antes que lo experimentara.
La invitación es para nosotros también, para que entendamos que no importa lo bueno que uno pueda ser externamente, es necesario cambiar por dentro. “Hay que volver a nacer de nuevo, para heredar el reino de los cielos”, dice la canción que tantas veces cantamos en los avivamientos. Eso sólo puede suceder a través de un acto sobrenatural de Dios cuando su Espíritu Santo nos da nueva vida.
Terminemos orando todos: Señor Dios: no podemos, por nuestra propia cuenta, vivir como Tú quieres que seamos. ¡Ven Espíritu Santo! Toma el control de nuestras vidas. Ven a nuestros corazones para guiarnos y ayudarnos a ser más como Jesús. ¡AMÉN!
(Guía Litúrgica)
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