Lunes, 21 de abril del 2025
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Hch 2,14.22-33: “Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”.
- Salmo Responsorial: 15,1b-2a y 5.7-8.9-10.11: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”.
- Evangelio. Mt 28,8-15: “No tengan miedo: vayan a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”.
“Alégrate y no tengas miedo”
Hoy, Nuestro Señor nos llama nuevamente a la alegría, un sentimiento que surge cuando algo hermoso toca nuestro ser. Jesús nos invita hoy a experimentar su presencia y a disfrutar del regalo inmensurable de la resurrección.
Jesús conoce nuestros corazones, y sabe que estamos expuestos a diversas situaciones que nos colocan en condiciones difíciles. A veces, nuestras miradas pueden desenfocar este extraordinario regalo: la eterna donación de un Cristo que se entrega cada día por el amor infinito que nos tiene.
«No tengan miedo» es el segundo llamado que Jesús nos hace. ¿Por qué nos invita a no tener miedo? ¿De qué nos alerta? Jesús conoce a los detractores que nos rodean. Sabe que hay quienes se alían entre sí buscando impedir que la gracia de un Jesucristo vivo y resucitado se manifiesta a través de nuestro ser. Él sabe, desde siempre, que esos detractores buscarán nuestras debilidades y tratarán de hacernos ver nuestras falencias. Intentarán convencernos que no tenemos un Dios que vive y ha resucitado. Querrán mantenernos atados a su amargura, al vacío de una vida sin Dios, a la esclavitud de vivir sin esperanza, sin alegría y sin fe. Buscarán arrastrarnos a sus sentimientos de indignidad.
Sin embargo, sabemos por nuestra fe, que Jesucristo ha resucitado, y esta certeza nos ha sido dada por la manifestación real, vivida por nuestros hermanos, y la experimentada por cada uno de nosotros a través del Espíritu Santo de Dios. También se manifiesta a través de los interminables milagros de su amor, signos visibles que son señales que nos muestran su poder, y su presencia en nuestras vidas. Jesús se dona cada día en su cuerpo y en su sangre, en la Sagrada Eucaristía, milagro de su amor infinito.
Jesucristo ha resucitado, en verdad resucitó, y esa experiencia incuestionable de amor no ha sido ni será quebrantada por el mal, ni por aquellos que, sabiendo la verdad de su resurrección, intentaron destruirla con la mentira, y el engaño. Quisieron destruir la esperanza de salvación que nos fue donada por amor, y es esa verdad de salvación, que Jesucristo murió y resucitó, que venció el mal para siempre.
Hoy, Jesucristo te dice a ti y me dice a mí: alégrate y no tengas miedo. No tengamos miedo de proclamar la resurrección del Señor, de vivir con la certeza que nuestra vida en Jesús tiene la esperanza de la salvación. Un día, podremos vivir con Él y disfrutar de su presencia eterna y salvadora para siempre.
(Guía Litúrgica)
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Pasando de la Cuaresma a la Pascua