Viernes, 7 de febrero del 2025
Lecturas: V Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo C
- Primera lectura. Hb 13,1-8: “El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?”.
- Salmo Responsorial: 26,1.3.58b-9abc: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
- Evangelio. Mc 6,14-29: “Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”.
Color: VERDE
“Un hombre bueno será decapitado por el odio y el rencor»
Primera lectura: Heb 13,1-8
Lectura de la Carta a los Hebreos
Hermanos: Conserven el amor fraterno y no olviden la hospitalidad; por ella algunos recibieron sin saberlo la visita de unos ángeles. Acuérdense de los que están presos, como si estuvieran presos con ellos; de los que son maltratados, como si estuvieran en su carne. Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los libertinos y adúlteros Dios los juzgará. Vivan sin ansia de dinero, contentándose con lo que tengan pues él mismo dijo: «Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir: «El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?» Acuérdense de sus jefes, que les anunciaron la palabra de Dios; fíjense en el desenlace de su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 26,1.3.58b-9abc
R/. El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. R/.
Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca. R/.
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. R/.
Evangelio: Mc 6,14-29
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él”. Otros decían: «Es Elías”. Otros: «Es un profeta como los antiguos”. Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”.
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy”. Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”. Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?» La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista”. Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista”.
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor
COMUNIÓN ESPIRITUAL
“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.
(San Alfonso María de Ligorio).
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