Domingo, 22 de diciembre de 2024
- Primera lectura: Mq 5,1-4ª: Con él vendrá la paz.
- Salmo Responsorial: 79,2-3.15-16.18-19: ven a visitar tu viña.
- Segunda lectura: Heb 10,5-10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
- Evangelio: Lc 1,39-45: Bendita eres entre las mujeres….
Color: MORADO
“María, la Madre más buena, la que siempre está atenta y presente”
Celebramos el Domingo último del Adviento. Lo dedicamos a la Virgen María Encinta que nos invita a su casa del Pan, Belén. La voluntad de Dios que todos comamos del mismo Pan y beber de un mismo Manatial, porque el agua no tiene color, es para todas las razas y destinada para todas las culturas. María, la Madre más buena, la que siempre está atenta y presente. Madres, ¡No sean ausentes, no esten ocupadas en vanalidades! Dediquense por entero a sus hijos y serán solamente así las mujeres más felices, empoderadas y realizadas. La familia y los hijos lo son todo. Por tanto, esta preparación para la celebración de las Navidades pide un cena ligera, sobria y sencilla. La prioridad es ir juntos a la Santa Misa del alumbramiento del Salvador. Comulgar del Cuerpo y la Sangre del Niño Dios es el centro y la finalidad del tiempo en que floceren las plantas rojas de Pascua. No dejen que sus hijos salgan a las calles a buscar peligros y el mal que cunde entre los que solo creen en los placeres del dinero, y en esa noche, en que nace la Paz del mundo, recoganse bien tempranito para poder celebrar cada día en la Iglesia, cantando el Gloria y resonando las campanas, la Semana de la Octava en que ha nacido al único que necesitamos: a Jesús Eucaristía. ¡Vamos a rezar ahora el Magnificat con María que nos trae la Verdadera Navidad!
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
P. Manuel García Salcedo: epam45@gmail.com
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