• Primera lectura. Is 40,25-31: “los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse”.
  • Salmo Responsorial: 102,1-2.3-4.8 y 10: “Bendice, alma mía, al Señor”.
  • Evangelio. Mt 11, 28-30: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”.

Color: MORADO/BLANCO

Un filósofo surcoreano contemporáneo llamado Byung-Chul Han, escribió un libro al que tituló: La sociedad del cansancio. En el que sostiene que el ser humano actual, siempre vive cansado. El dinamismo socio-económico de nuestras sociedades nos obliga a trabajar muy duro, e inclusive a tener varios trabajos, lo que a la corta o a la larga, logra socavar nuestras fuerzas. Los “estilos” de vidas sociales, provocan que se tenga que trabajar más de lo “debido” si se quiere vivir con cierta holgura. El ser humano, debe trabajar, pero también debe saber descansar. No todo es trabajo. Hay gente que trabaja tanto, que solo descansa cuando se muere. El pueblo judío tenía eso bien claro en sus leyes, había separado un día, dedicado al descanso, el sábado. Aunque con el correr del tiempo, fue perdiendo su sentido original y se convirtió un culto vacío.

Hace unos años atrás, era común en nuestros pueblos ver que los negocios cerraban al medio día, ver que algunos inclusive no abrían los domingos o los días de fiesta. Hoy en día, hasta hay campañas en las que se dice que tal o cual negocio, cierra más tarde y se percibe un alargamiento progresivo de las jornadas laborales. El trabajo es importante pues dignifica al hombre y nos hace progresar como sociedad, ahora bien, el trabajo no nos puede llevar a ser esclavos. El cansancio físico y el mental, el agotamiento emocional repercute en lo espiritual. Llego tan cansado que no puedo orar, que no puedo ir a misa, que no puedo salir a misionar, que no puedo predicar el evangelio, que no puedo comprometerme en ningún grupo apostólico o en ninguna acción pastoral. Si ese este tu caso, hoy el Señor, pone delante de ti, esta maravillosa invitación: “Vengan a mí los que estén cansados y agobiados, y yo los aliviaré… carguen con yugo”.

 Jesús que trabajó incansablemente, primero como carpintero (obrero) en el oficio familiar y luego como anunciador del Reino también tomaba ratos de descanso, nunca descuidó su trabajo, pero tampoco descuidó su unión espiritual con el Padre. Ya lo dijo el profeta, los que esperan en el Señor, renuevan sus fuerzas. Si estás cansado, pídele fuerzas a Dios, no te alejes, acude a Él. Que el Señor nos de la gracia de ir a él y poder descansar en él. Amén.

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