Especial de ADVIENTO

  • Primera lectura. Ap 3,1-6.14-22: “A los que yo amo los reprendo y los corrijo”.
  • Salmo responsorial. 14,2-3ab.3cd-4ab.5: “A los vencedores los sentaré en mi trono, junto a mí”.
  • Evangelio. Lc 19,1-10:“Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

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Siempre hemos escuchado decir que Jesús cuando invitaba a su seguimiento, sólo decía: “sígueme” y no miraba si lo seguían o no. Aquí, aunque Jesús no conocía a este recaudador de impuestos sí estaba convencido que este hombre y su familia tenían una gran necesidad de salvación. Cuán grande sería esta necesidad que no se limitó a decirle “sígueme” y seguir su camino, sino que le dijo Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Ese “tengo” de seguro que fue dicho con mucho énfasis. Es muy probable, casi innegable, que Jesús se detuvo a esperar que este hombre menudo, que era Zaqueo, bajara de la higuera para que le mostrara el camino a su casa. Zaqueo no hizo esperar a Jesús. No tuvo ninguna excusa para llevarlo a su casa. No le dijo: “No. Mira. Espera. Tengo que hablar primero con mi señora”. No. Él bajó enseguida y lo llevó y lo recibió lleno de gozo y alegría en su casa.

Cuántos de nosotros no anhela y ansía que Jesús no sólo se aloje en nuestra casa, sino que tan siquiera estuviera de paso. Cuántos de nosotros estamos deseosos y necesitados que la salvación de nuestro Dios nos alcance como familia.

Al momento de escribir esta reflexión se ha dado la coincidencia que, en los sectores de una capilla de nuestra parroquia, todas las fuerzas vivas, con nuestro párroco y su vicario a la cabeza, se han lanzado a una campaña de evangelización “casa por casa” con el lema que nos presenta Apocalipsis 3,20: “Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo”. Esta acción evangelizadora nos lleva a salir de las cuatro paredes del templo para llevar el mensaje de salvación que sólo Jesús le puede ofrecer y dar a aquellos que están alejados de nuestra Iglesia. El Señor nos invita a hacer con los alejados lo mismo que Él hizo con Zaqueo.

Tres acontecimientos se dan en el pasaje del Evangelio de hoy a los cuales estamos llamados. El primero es la búsqueda. Zaqueo, aunque fuera por curiosidad, quiso distinguir quién era Jesús en medio de la multitud que se avecinaba. Y para esto tuvo que subirse a una higuera porque era pequeño de estatura, pero se hizo grande con el deseo de conocer a Jesús. Así buscó Zaqueo a Jesús. El segundo acontecimiento es el encuentro. Y no sólo el encuentro de Jesús con Zaqueo, sino con toda su familia, por lo que Jesús exclama: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Jesús mismo es la salvación. Y el tercer acontecimiento es la conversión. Una vez que se da el encuentro con Jesús y se reconoce la debilidad humana, el deseo de cambiar y de ser otro, compartiendo lo que tenemos con los demás, viene solo. Por eso Zaqueo con desprendimiento le dice al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres”.

Tú y yo estamos llamados a buscar a Jesús porque Él quiere dejarse encontrar por nosotros para acompañarnos en nuestros hogares, fomentar la unidad familiar a través de la oración, entrar en nuestros corazones y tomar la libre decisión de dar un cambio en nuestras vidas para que Jesús complacido diga: «El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido«.

Que estemos siempre atentos a la presencia de Jesús en nuestras vidas.

(Guía Mensual)

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