• Primera lectura. Tit 2,1-8.11-14: “A los jóvenes, exhórtalos también a ser prudentes, presentándote en todo como un modelo de buena conducta”.
  • Salmo responsorial. 36,3-4.18.23.27 y 29: “El Señor es quien salva a los justos”.
  • Evangelio. Lc 17,7-10:“Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

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Por naturaleza, a todo ser humano le gusta ser reconocido. El Señor lo sabe muy bien. Nos gusta que nuestros superiores o cualquier otra persona nos agradezca o elogie el trabajo realizado; que en nuestras familias nos consideren indispensables; o que en nuestra comunidad nos tengan como imprescindibles.

Sin embargo, sería bueno que analizáramos si también nosotros somos así con quienes convivimos. Cómo nos sentimos cuando recibimos el apoyo o servicio de nuestro esposo o esposa en cualquier área; cuando nuestros hijos cumplen sus obligaciones o las personas que nos ayudan en los quehaceres domésticos. Nos resulta difícil, casi imposible reconocer que nuestros servidores tienen derechos y que necesitan ser reconocidos y valorados por nosotros.

Cumplir lo que nos corresponde cumplir en el trabajo, en la casa, en la comunidad, no tiene por qué requerir de nosotros reconocimiento (pero nos gusta). La satisfacción, el regalo, la recompensa y sobre todo el provecho lo lograremos en la medida en que realicemos más de lo que se nos ha mandado o pedido; es decir, haciendo lo que me corresponde, pero poniendo ese toque de amor, de entrega y de sacrificios. Por ejemplo, si debo realizar los quehaceres del hogar no debo hacerlos quejándome todo el día, que nadie me ayuda. Si la madre ayuda a los niños con su tarea escolar no debe presentarse como una mártir que no recibe la ayuda de su marido.

En este pasaje Jesús hace referencia a un hombre que tiene un siervo, al cual le da una orden y este cumple a cabalidad lo que se le ha ordenado. La idea de Jesús es demostrarnos que hacer lo que se nos ordena no tiene ningún mérito como lo tiene el hacer lo que se nos ordenó y “algo más”; y este “algo más” hará la diferencia de lo que hacemos. Ese “algo más” es tener iniciativa, tomar la delantera aportar ideas, ser proactivos en la familia, en el trabajo, en la comunidad. Es pasar de lo inútil a lo útil, a lo necesario; en definitiva, es tener visión. La visión nos llevará a realizar algo más de lo que nos toca.

Jesús también lleva este ejemplo a la vida de la comunidad. Como un esclavo delante de su dueño así debe ser nuestro comportamiento en la familia, en la comunidad. No debemos hacer las cosas para merecer el apoyo, la aprobación, la promoción, el reconocimiento o el elogio, sino simplemente para demostrar que pertenecemos a Dios. De igual manera, para que cuando hayamos cumplido lo mandado digamos: “No somos más que unos siervos inútiles. Sólo hicimos lo que teníamos que hacer”. Y en este preciso momento tenemos que orar en familia para fomentar la unidad entre nosotros. Hagamos el Padre Nuestro y pidamos por las necesidades de cada miembro de la familia. Amén.

(Guía Mensual)

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