• Primera lectura. Ef 1,15-23: “No ceso de dar gracias por ustedes, recordándolos en mi oración”.
  • Salmo responsorial. 8,2-3a.4-5.6-7ª: “Diste a tu Hijo el mando sobre las obras de tus manos”.
  • Evangelio. Lc 12,8-12: “Al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará”.

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Hoy San Pablo nos habla con una voz llena de gratitud y esperanza. Ayer no cesaba de dar gracias a Dios por sus hermanos compañeros de jornada y hoy lo hace por nosotros, por nuestra fe en el Señor Jesús. Este agradecimiento constante nos recuerda la importancia de la oración en nuestra vida comunitaria. No se trata solo de pedir, sino de agradecer y recordar en nuestras oraciones a aquellos que caminan con nosotros en la fe. Pablo nos invita a pedir a Dios que ilumine nuestro corazón para comprender la esperanza a la que nos llama. ¿Y cuál es esa esperanza? Es la riqueza de la gloria que nos da en herencia, y la extraordinaria grandeza de su poder que despliega en Cristo.

En este Año de la Oración Personal, proclamado por el Papa Francisco, y bajo el lema de nuestra Iglesia local: “Un pueblo orante que refleja a Cristo en su vida personal, familiar, comunitaria y social”, se nos llama a ser conscientes de la fuerza que tiene la oración en nuestra vida. La oración no solo nos conecta con Dios, sino que nos une como comunidad, nos da fortaleza y nos ilumina para seguir el camino de Cristo. En otras palabras: “la oración crea conciencia de misión”.

El Salmo responsorial hoy nos lleva a contemplar la creación de Dios, su majestad sobre los cielos, y la grandeza que ha depositado en nosotros, sus hijos. ¿Qué somos nosotros para que Dios se acuerde de nosotros y nos dé poder sobre las obras de sus manos? Este Salmo nos hace reflexionar sobre nuestra dignidad y responsabilidad como hijos de Dios, coronados de gloria y dignidad.

En el Evangelio, Jesús nos anima a no tener miedo, a ponernos de su parte ante los hombres, porque si lo hacemos, Él también se pondrá de nuestra parte ante los ángeles de Dios. Esta es una llamada a la valentía, a la coherencia en nuestra fe. Jesús nos asegura que el Espíritu Santo nos guiará en momentos de dificultad, dándonos las palabras y la sabiduría necesarias.

En este mes de la misión, del anuncio del Kerygma y del Rosario, y con el lema “Que estás en el cielo” (Mt 6,9b), recordemos que la oración crea conciencia de misión. La oración nos hace mirar más allá de nosotros mismos, nos impulsa a llevar el mensaje de Cristo a todos los rincones de nuestra vida: en lo personal, en nuestra familia, en nuestra comunidad y en nuestra sociedad.

Como comunidad, estamos llamados a reflejar a Cristo en todo lo que hacemos. Que nuestras oraciones nos fortalezcan, nos unan y nos guíen para ser luz en el mundo, llevando la esperanza y el amor de Dios a cada persona que encontremos en nuestro camino. Que la sabiduría y la revelación de Dios iluminen nuestros corazones y nos hagan comprender la grandeza de la esperanza a la que hemos sido llamados. Amén.

(Guía Mensual)

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