• Primera lectura. Gál 5,1,6: “manténganse firmes, y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud”.
  • Salmo responsorial. 118,41.43.44.45.47.48: “Señor, que me alcance tu favor”.
  • Evangelio. Lc 11,37-41: “Den limosna de lo de dentro, y lo tendrán limpio todo”.

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Hoy las lecturas nos invitan a una reflexión muy profunda. Nos invitan a revisar la intención de nuestras acciones. ¿Por qué hago lo que hago? ¿Creo que mis acciones me ganan el reino? ¿Creo que soy bueno porque obro bien? ¿Hago muchas cosas en la Iglesia para sentir que soy mejor cristiano?

Pablo hace afirmaciones fuertes separando la ley de nuestra justificación frente a Dios. ¿El apóstol nos dice que es malo seguir la ley? ¿Es malo hacer lo que establece la norma y la catequesis de la Iglesia? La respuesta, mis hermanos, como decía al principio de la reflexión, está “en el examen de nuestra intención.” Lo único que cuenta es una fe activa en la práctica del amor. Es importante, bueno y hasta necesario, seguir la ley, la catequesis, los buenos consejos, la doctrina de la iglesia. Esto nos sirve de guía para momentos tan confusos y de tanta mentira en este mundo para discernir sobre qué viene de Dios y qué no. Pero es más importante, que cada una de nuestras acciones salgan de nuestro interior por una fe activa en la práctica del amor a Dios. Vamos a misa no porque es obligatorio, porque si no voy, ofendo a Dios. Voy a la Eucaristía porque ahí me encuentro con mi Dios amado, le adoro en el sacramento, oro en comunidad, lo conozco a través de su Palabra y vivo mi fe en el amor de la comunidad. Esta reflexión interior da sentido a la Eucaristía regular y a todas nuestras acciones; sale desde el amor, no desde la obligación o del miedo.

Canta el salmista “Señor que me alcance tu favor”. Esto que reflexionamos anteriormente de cómo debemos ver nuestras acciones, solo se logra a través de la gracia del espíritu de Dios y su acción en nosotros a través de los sacramentos y nuestra oración personal. Solo en nuestro proceso de conversión, el cual nunca acaba hasta nuestro encuentro con el Padre, nos iremos transformando interiormente y así nuestras acciones reflejarán el amor que Dios cultivará en nosotros.

Jesús, en el Evangelio es muy directo respecto a lo que debemos cuidar, sanar, promover, cultivar y atender: nuestro interior. Denuncia la práctica farisaica de respetar la ley como si fuera lo esencial, como si el cumplimiento de ella fuera suficiente, descartando por completo el objetivo de la ley.

Nos invita el Señor a dar de lo que tenemos en nuestro interior; por eso, cultivemos nuestro ser, nuestra alma; acerquémonos a Dios en su Palabra, en nuestra oración personal, en nuestra oración comunitaria, en nuestros sacramentos. Aprendamos de María, aprendamos de la vida de los santos de nuestra Iglesia. Pidámosle a Jesús que nos haga Santos como Él, que nos enseñe a amar como Él, que nos dé el celo por la justicia, que nos mueva a hacer la opción igual que Él por los pobres, los enfermos, los ancianos, los marginados, los encarcelados y todo aquel que por alguna razón le falte amor.

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