Memoria Obligatoria: Nuestra Señora La Virgen del Rosario
Lunes, 7 de octubre del 2024
- Primera lectura. Gál 1,6-12: “el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo”.
- Salmo responsorial. 110,1-2.7-8.9 y 10c: “Doy gracias al Señor de todo corazón”.
- Evangelio. Lc 10, 25-37:“Anda, haz tú lo mismo”.
Color: BLANCO
(O Bien: Hch 1,12-14; TR: Lc 1,46-47.48-40.50-51.52-53.54-55, Lc 1,26-38)
«¿Y quién es mi prójimo?”
En la Carta a los Gálatas, San Pablo expresa su asombro ante los gálatas por haberse apartado tan pronto del Evangelio que él les había predicado. Subraya que no hay otro evangelio que el que él ha anunciado, y advierte contra aquellos que intentan distorsionar el mensaje de Cristo. Esta lectura nos recuerda la importancia de mantenernos fieles a la verdad del Evangelio. En un mundo donde abundan las interpretaciones y doctrinas erróneas, Pablo nos exhorta a adherirnos firmemente al mensaje original de Cristo, recordando que nuestra fe debe basarse en la verdad inmutable de Dios y no en la aprobación de los hombres.
El Salmo es un canto de alabanza a Dios por sus obras maravillosas y su justicia eterna. El salmista reconoce la grandeza de Dios y su fidelidad hacia su pueblo. Este salmo nos invita a meditar sobre la bondad de Dios y su continuo cuidado por nosotros. Alabar a Dios por sus obras nos ayuda a mantener una perspectiva correcta de nuestra relación con Él, reconociendo que todo lo que tenemos y somos proviene de su amor y misericordia.
El Evangelio según San Lucas 10,25-37 relata la parábola del Buen Samaritano, donde Jesús responde a un experto en la ley que busca justificar sus acciones preguntando: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús desafía las nociones preconcebidas del amor al prójimo, mostrando que la verdadera compasión trasciende las barreras culturales y religiosas. El samaritano, considerado un extranjero y enemigo, es quien se detiene para ayudar al hombre herido, demostrando misericordia genuina. Esta parábola nos invita a examinar cómo amamos y servimos a los demás, especialmente a aquellos que están fuera de nuestro círculo inmediato. Nos recuerda que el amor auténtico no tiene fronteras y que estamos llamados a ser vecinos amorosos para todos, independientemente de su origen o situación.
En conjunto, estas lecturas nos ofrecen una profunda reflexión sobre la autenticidad de nuestra fe y la extensión de nuestra caridad. San Pablo nos advierte sobre la fidelidad al mensaje puro del Evangelio, el Salmo nos llama a reconocer y agradecer las obras de Dios en nuestras vidas, y la parábola del Buen Samaritano nos desafía a vivir el amor de manera práctica y desinteresada. Al integrar estas enseñanzas, estamos llamados a vivir una fe que no solo se sostiene en la verdad y la alabanza, sino también en una práctica activa de amor y compasión hacia todos. Cada aspecto de nuestra vida cristiana debe reflejar estos principios, fortaleciendo nuestra comunidad y extendiendo la mano a quienes más lo necesitan, sin distinción alguna.
(Guía Mensual)
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Santa Teresita del Niño Jesús y mi abuelo
Gracias San Jerónimo por la traducción de las Sagradas Escrituras