Color: ROJO

  • Primera Lectura. 1 Cor 11,17-26.33: “Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido”.
  • Salmo Responsorial. 39,7-8a.b-9.10.17: “Proclamen la muerte del Señor, hasta que vuelva”
  • Evangelio. Lc 7, 1-10:“Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo”.

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios

Al recomendarles esto, no puedo aprobar que sus reuniones causen más daño que provecho.

En primer lugar, he oído que cuando se reúne su asamblea se dividen en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber entre ustedes, para que se vea quiénes resisten a la prueba.

Así, cuando se reúnen en comunidad, les resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tienen casas donde comer y beber? ¿O tienen en tan poco a la Iglesia de Dios que humillan a los pobres? ¿Qué quieren que les diga? ¿Que los apruebe? En esto no los apruebo.

Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hagan esto cada vez que lo beban, en memoria mía”.

Por eso, cada vez que coman de este pan y beban del cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

R/. Proclamen la muerte del Señor, hasta que vuelva

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy”. R/.

Como está escrito en mi libro: «Para hacer tu voluntad”. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R/.

Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: «Grande es el Señor», los que desean tu salvación. R/.

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga”.

Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; y a mi criado: «Haz esto», y lo hace”.

Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe”. Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

Palabra del Señor

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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