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  • Primera Lectura. 1 Cor 11,17-26.33: “Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido”.
  • Salmo Responsorial. 39,7-8a.b-9.10.17: “Proclamen la muerte del Señor, hasta que vuelva”
  • Evangelio. Lc 7, 1-10:“Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo”.

Queridos hermanos en la presencia de nuestro Señor Jesucristo, muy buenas tardes.

La fe crece en la caridad. La actitud humilde del romano nos hace meditar en las palabras que pronunciamos antes de recibir a Cristo Eucaristía.

La bondad, toda la majestuosidad de Dios está contenida en la Eucaristía y nunca seremos lo suficientemente dignos de recibirla, pero para ello, sabiamente, Jesús nos dejó el sacramento de la reconciliación, que nos lleva no sólo a reconocer nuestro pecado, a arrepentirnos de él, sino también a ser humildes.

Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido

Sin fe y sin humildad, es muy difícil agradar a Dios. Acercarnos a la Eucaristía es reconocer la necesidad que tenemos de recibir ese Pan de Vida, que nos resucitará un día, que nos dará la plenitud de la vida.

Presidente: Iluminados por la Palabra de Dios, expresemos al Padre el deseo de hacer su voluntad.  Oremos juntos diciendo: “Guíanos, Señor, en tu voluntad”.

1.- Por la Iglesia, familia de Dios: para que sea nuestra maestra en la comunión de los bienes materiales y espirituales y en la capacidad de recomponer la unidad herida. Roguemos al Señor.

2.- Por los que tienen responsabilidades educativas: que formen a los jóvenes en la escucha del otro, en la aceptación y respeto de su diversidad, en el auxilio de sus necesidades. Roguemos al Señor.

3.- Por nuestras relaciones familiares, de amistad, de trabajo: que sean movidas por un auténtico espíritu de respeto y de colaboración, de dedicación y de gratitud. Roguemos al Señor.

4.- Por todos los enfermos terminales: que tengan amigos sensibles que con fe tocan el corazón de Jesús para invocar el consuelo de su presencia y el bálsamo de su gracia. Roguemos al Señor.

Presidente: Acoge, Padre Santo, nuestra oración, como un día Jesús, tu Hijo, acogió la Súplica del centurión. Él vive y ama por los siglos de los siglos. Amén.

Gregoria Mejía Hilario/greymhilario@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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