• Primera lectura: Prov 9,1-6: “Invitación a vivir con sabiduría”.
  • Salmo Responsorial: 33: “Los que buscan al Señor no carecen de nada”.
  • Segunda lectura: Ef 5,15-20: “Vivir como sabios”.
  • Evangelio: Jn 6,51-58: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna.

Color: VERDE

Neptalí Díaz Villán

La inexperiencia de la que habla el fragmento de los Proverbios que leemos hoy es la falta de sabiduría. Pablo se refiere al mismo tema en la carta a los Efesios cuando habla de la insensatez. Nos comportamos como insensatos cuando no gobernamos bien nuestra vida. Cuando participamos en banquetes destructivos y embrutecemos nuestra mente con el abuso del licor, drogas, u otras substancias. Cuando caemos en un consumismo compulsivo y egoísta que nos hace valorar a las personas en cuanto a capacidad de consumo y no en cuanto a seres humanos necesitados, con derechos y deberes como todos.

Lo peor de la inexperiencia es caer y seguir cayendo en los mismos errores. Si caemos y no aprendemos, perdemos dos veces. Si caemos y aprendemos, ganamos. El mayor problema no es caer sino seguir cayendo en lo mismo y por las mismas circunstancias. No aprender es ser obstinados, insensatos, inmaduros, eternos inexpertos a pesar de los golpes de la vida. Necesitamos liberarnos de las borracheras y de todo aquello que nos embota la mente; debemos avivar la inteligencia y entrar en el gran banquete que ofrece la sabiduría, donde la mejor sazón es la fraternidad. Sabiduría es saber vivir, es saborear la vida, es encontrarle gusto a lo que somos y hacemos, y disfrutar con las personas con quienes compartimos.

Así como el autor del libro de los Proverbios invitaba a un banquete para dejar la inexperiencia y aprender a vivir en un camino razonable, Jesús invitó a toda la humanidad a compartir un banquete que sería un medio para asimilarle a Él y tener su misma calidad humana. En el banquete de Jesús el plato principal es el pan vivo bajado del cielo, la carne y la sangre del Hijo del hombre. ¿Qué lenguaje es ese? Se preguntaban los judíos. ¿Cómo puede un hombre darnos a comer su carne? ¿Qué significa eso?

Como todos los seres vivos, existencialmente, el ser humano es un indigente que necesita comer para seguir viviendo. Pero para nosotros comer no es sólo un acto animal de sobrevivencia, aunque podríamos caer en eso. En la comida nos  mostramos tal como somos. Como dijo el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss: “El arte de la cocina manifiesta la comprensión que el hombre tiene de su cultura y del mundo”. “En la mesa se conoce al caballero”, podríamos decir con el adagio popular.

Comer y beber son acciones cargadas de significación. Allí se percibe al ser humano centrípeto y egoísta, pero también interpersonal y comunitario. Comer nos conecta con otros seres humanos, pues su trabajo hace posible que el alimento llegue a nuestra mesa. Comer nos conecta con otros seres humanos con quienes compartimos la misma mendicidad existencial. Comer nos conecta con el cosmos del cual dependemos y tenemos la responsabilidad de mantener la armonía.

“Focalizando lo biológico podemos llegar a una realidad del espíritu del comer”; dijo Pierre Teilhard de Chardin. Por medio de la comida podemos llegar a realidades superiores que nos hacen más humanos y felices: servicio, fraternidad, solidaridad, amistad, igualdad de derechos, etc.

Los evangelios nos presentan a Jesús comiendo muchas veces con diferentes personajes (Lc 7,36; 11,37; 14,1; 9,12. Mc 2,15; 7,1. Mt 9,10; 11,18. Jn 21,9). Él tomó asiento en las fiestas humanas. No sólo se dejó invitar sino que invitó y presentó la relación Dios – ser humano, con un banquete (Lc 15,23; Mt 22,4). Con Jesús, el Reino de Dios no es un futuro, es un presente bajo el signo de la mesa compartida, pues la comunión de mesa entre hermanos es igual a comunión de vida con Dios.

Los evangelios sinópticos hablan de comer su cuerpo y beber su sangre (Mt, Mc y Lc). El evangelio de Juan mencionó, además, la carne, pues quería enfatizar en la humanidad de Jesús. Comer su carne es aceptar la historia concreta del Verbo que se hizo carne, es decir, que asumió totalmente la humanidad y se comprometió por su causa histórica. Beber su sangre es valorar y aceptar la sangre derramada por Jesús, como criterio de trabajo por la salvación humana. O sea, que el medio de lucha para logar una nueva humanidad no pueden ser la violencia ni la agresión contra quienes detentan el poder para destronarlos y montar otros iguales o peores.

La lucha desde Jesús debe ser no violenta y movida por el amor, incluso a los enemigos; pero no menos decidida y valiente para enfrentar las fuerzas desintegradoras que detienen la evolución humana. La meta es lo que llamó Teilhard de Chardin, la cristificación universal o el estado omega, en la que todos los seres humanos seremos  hermanos… 

Participar hoy del banquete eucarístico no es un acto piadoso e intimista. La eucaristía no puede ser un acto de exclusión sino de comunión. No podemos entrar en comunión con Jesús si excluimos por nuestra intransigencia a mucha gente que desea de todo corazón entrar en comunión con Él y con los hermanos. No sólo a pesar de nuestras limitaciones humanas sino precisamente por ellas, necesitamos la gracia del Señor para asumirlas y redimirlas. Participar del banquete eucarístico es entrar en comunión con Jesús y hacer nuestro el sentido que él le dio a su existencia y a su entrega total. Es asimilar su vida, su palabra, su camino y su causa. Es adelantarnos a la victoria final y saborear desde ahora las primicias del banquete eterno del Reino de Dios. Porque: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.

Oración

Padre, gracias por todas las cosas bellas que nos das, especialmente por el don de la vida y por invitarnos hoy a este banquete, al banquete de la sabiduría. Te pedimos que nos ayudes a manejarnos bien, a actuar siempre con sabiduría, a saborear la vida, a defenderla, a dignificarla y a hacerla cada día más digna de ser vivida. Ayúdanos a evitar lo que nos hace daño y a procurarnos todo aquello que nos edifica como verdaderos hijos tuyos.

Señor Jesucristo, gracias por tu trabajo a favor de una humanidad nueva, digna, libre y feliz. Gracias por tu vida entregada al servicio, por tu palabra siempre para edificar, por tu testimonio de amor; gracias porque arriesgaste tu vida hasta derramar tu sangre en la cruz en la búsqueda del Reino de Dios y su justicia. Hoy queremos alimentarnos de tu cuerpo y de tu sangre, asimilarte en nuestra propia vida para seguir tus pasos, trabajar como tú, por un mundo mejor. Podemos hacerlo sólo con la ayuda de tu Espíritu y alimentados con tu cuerpo y tu sangre. Permítenos acercarnos a participar dignamente de este banquete y danos la fuerza necesaria para caminar siempre contigo y por ti. Amén.

XIX Domingo.  Tiempo Ordinario. Ciclo B

XVIII Domingo.  Tiempo Ordinario. Ciclo B

XVII Domingo.  Tiempo Ordinario. Ciclo B

Si deseas recibir en tu móvil por WhatsApp, únete a este grupo:  https://chat.whatsapp.com/KUofplJqn9v4YmiOuRpJF0

Para donaciones: https://www.paypal.me/padredomingovasquez

Lecturas      Homilías     Moniciones    Oración de la noche

Anote este número. 829 694 1948 y este correo-e: aire96fm@gmail.com y escríbanos para mantenerse informado de las novedades y actualizaciones de esta página  ¿Le gustaría recibir nuestro boletín semanal por correo electrónico?

Suscríbete entrando aquí. Queremos orar contigo, llena el siguiente formulario y estaremos orando por ti y tus necesidades. Dios es quien hace la obra, nosotros te acompañamos clamando por ti: AQUÍ.

SOCIEDAD DE CALMANTES, NO DE SOLUCIONES

¡César Iván Feris, tu legado vive!

«NO CRITIQUEN»

“NO FALTA PAN”

Escuche aquí el Evangelio para HOY