Memoria Libre: La Dedicación de la Basílica de Santa María
Lunes, 5 de agosto del 2024
Color: VERDE o BLANCO
- Primera Lectura. Jr 28, 1-17: “Los profetas que nos precedieron, a ti y a mí, desde tiempo inmemorial, profetizaron guerras, calamidades y epidemias a muchos países y a reinos dilatados”.
- Salmo Responsorial. 118, 29.43.79.80.95.102: Instrúyeme, Señor, en tus leyes”.
- Evangelio. Mt 14, 13-21:“Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras”.
“Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano”
El Evangelio de hoy describe el milagro de la multiplicación de los panes, que Jesús realiza para una multitud de personas que lo seguían para escucharlo y ser curados de diversas enfermedades (cf. Mt 14,14). Al atardecer, los discípulos sugieren a Jesús que despida a la multitud, para que puedan ir a comer. Pero el Señor tiene en mente otra cosa: «Denles ustedes de comer» (Mt 14,16). Ellos, sin embargo, no tienen «más que cinco panes y dos peces». Jesús entonces realiza un gesto que hace pensar en el sacramento de la Eucaristía: «Alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos, y los discípulos se los dieron a la gente» (Mt 14,19). El milagro consiste en compartir fraternamente unos pocos panes que, confiados al poder de Dios, no sólo bastan para todos, sino que incluso sobran, hasta llenar doce canastos.
El Señor invita a los discípulos a que sean ellos quienes distribuyan el pan a la multitud; de este modo los instruye y los prepara para la futura misión apostólica: en efecto, deberán llevar a todos el alimento de la Palabra de vida y del Sacramento.
El Señor nos da aquí un ejemplo claro de su compasión hacia la gente. Esto nos lleva a pensar en tantos hermanos que hoy, sufren la dramática consecuencia de la carestía, agravadas por la guerra y por la falta de instituciones sólidas. Cristo está atento a la necesidad material, pero quiere dar algo más, porque el ser humano siempre «tiene hambre de algo más, necesita algo más» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 315). En el pan de Cristo está presente el amor de Dios; en el encuentro con él «nos alimentamos, por así decirlo, del Dios vivo, comemos realmente el “pan del cielo» (ib., p. 316).
En la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo, que consiste precisamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo». De ese modo, en las personas que encuentro reconozco a hermanos y hermanas por los que el Señor ha dado su vida amándolos «hasta el extremo» (Jn 13,1).
Por tanto, nuestras comunidades cristianas, cuando celebran la Eucaristía, han de ser cada vez más conscientes que el sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse «pan partido» para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo mucho más justo y fraternal. “Compasión, compartir, Eucaristía. Este es el camino que Jesús nos indica en este texto”, nos ha dicho el Papa Francisco. Un camino que nos conduce a confrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo al Reino de Dios.
(Guía Litúrgica)
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