Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

Seguimos profundizando en la emocionante terea de abordar la palabra de Dios, en este Domingo Décimo Octavo del Tiempo Ordinario (XVIII) Sin dudas es una dicha y una bendición acercarnos con ojos críticos y con la intención de aprender y aprovechar todas las enseñanzas que Dios nos regala por medio de su santa palabra. Dios no ha dejado de hablarnos y comunicarse con nosotros, a lo largo de la historia lo ha hecho a viva voz utilizando los profetas y por medio de la palabra  revelada y escrita por los hagiógrafos.

 El Evangelio nos dirá: “Que, en aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús”.

Interesante saber que la gente busca a Jesús, ve en él rasgos especiales, hay elementos en la vida de este hombre que cautivan y convencen a aquellos que se han encontrado con él, es hora de que tú te intereses por la vida de Jesús y te aseguro que la tuya va a cambiar.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”. Jesús contesto: “Les aseguro, me buscan, no porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse.” Por lo visto la necesidad de pan material, ha sido una constante en la vida de la humanidad, pero me atrevo a afirmar sin equivocarme, que en el mundo no hace falta pan, sino faltan corazones generosos y manos solidarias.

Les enfatiza Jesús: “Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.” Una vez más nos invita el Maestro a no acumular riquezas materiales, esto sirve de muy poco, por no decir de nada, es necesario acumular bienes para el cielo, es la única garantía que tenemos de permanencia eterna, lo que tenemos aquí en la tierra en la tierra se queda, no seamos tontos, aprendamos a guardar y a guardarnos para el cielo.   

Ellos le preguntaron: “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”. Respondió Jesús: “La obra que Dios quiere es ésta: que crean en el que él ha enviado”. Le replicaron: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”.

Hoy la multitud le pregunta a Jesús sobre su obra, pero si volteamos la página y es Jesús el que nos pregunta a nosotros sobre la obra que a lo largo de nuestra vida hemos realizado, ¿cuál será nuestra respuesta? Según sea nuestro argumento ante lo preguntado así será nuestra recompensa en el cielo, donde debe permanecer nuestro mayor tesoro.

 Jesús les replicó: “Les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”.

Qué en toda nuestra existencia busquemos a Jesús, el pan vivo bajado del cielo y que ayudemos a otros a buscarlo y encontrarlo y al buscarlo y encontrarlo que esos hermanos nuestros se queden con él, les aseguro que Jesús se quedará con ellos.  

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