Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

Continuamos este proceso emocionante de escudriñar y vivir la palabra de Dios, en este Decimoséptimo Domingo del Tiempo Ordinario, dicha palabra es un regalo incomparable que el mismo Dios ha dado a la humanidad, en donde Dios nos habla por medio de su palabra y del testimonio que mucho hombre y mujeres de buena voluntad se dejaron llenar precisamente de Dios para darnos y entregarnos al Dios vivo hecho palabra. 

En el Evangelio encontramos que: “En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.” El Evangelio es claro, al Maestro lo seguían porque la multitud había visto los signos que hacía con los enfermos.

 “Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.” Continua Jesús buscando un lugar tranquilo y apartado para estar con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?” (Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer).

Felipe contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.” Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es eso para tantos?”

Los cinco panes y dos peces pueden simbolizar los recursos limitados que, cuando se ponen en manos de Jesús, se multiplican para satisfacer las necesidades de muchos.

Tanto Felipe como Andrés en su respuesta, muestran una falta de fe en la capacidad de Jesús para alimentar a la multitud. Sin embargo, Jesús utilizará esta situación para enseñarles a confiar en su provisión

Jesús dijo: “Díganle a la gente que se siente en el suelo.” Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recojan los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.”

La multiplicación de los panes y peces muestra la generosidad de Dios y su capacidad para proporcionar en abundancia, más allá de lo que podemos imaginar, aquí se cumple el dicho popular: “Cuando nuestras posibilidades humanas se terminan inician las de Dios.”

“Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.” La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.” Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo. Finalmente, la gente intenta hacer rey a Jesús por la fuerza, pero él se retira al monte solo, mostrando que su reino no es de este mundo.  

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