Lunes, 8 de julio del 2024
Color: VERDE
- Primera Lectura. Os 2, 14-16.19-20: “Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia”.
- Salmo Responsorial. 144. 2-3.4-5.6-7.8-9: “El Señor es clemente y misericordioso”.
- Evangelio. Mt 9, 18-26: “¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado”.
“Dios nos busca incansablemente, ofreciendo perdón y misericordia”
La esencia de la primera lectura del profeta Oseas se centra en el amor eterno que Dios desea compartir con nosotros, un amor que se profundiza al adentrarnos en el silencio y la soledad para experimentar su presencia abrumadora y apasionada.
A través de la historia, la fidelidad de Dios hacia su pueblo ha sido constante, incluso frente a las innumerables veces que Israel rompió sus promesas. Dios nos busca incansablemente, ofreciendo perdón y misericordia, levantándonos y animándonos a perdonarnos a nosotros mismos en un camino que culmina en la unión eterna con Él en la nueva Jerusalén.
Este pasaje nos recuerda que no debemos percibir a Dios como una entidad distante, sino más bien como un compañero íntimo, cambiando la denominación de «ídolo» por «esposo». La crítica a la percepción que la fe no requiere de religiosidad por parte de algunas corrientes cristianas se contrarresta con el argumento que la esencia de «religión» es, de hecho, «relación». Sin una conexión personal con Dios, y sin vivir en comunidad como parte del cuerpo místico de Cristo, sería difícil navegar los desafíos del mundo.
El Evangelio complementa esta enseñanza con ejemplos de fe y obediencia extraordinarias. La mujer con hemorragias, aislada y desesperanzada tras años de sufrimiento y rechazo, encuentra sanación simplemente tocando el manto de Jesús, demostrando una fe profunda y valiente. Jesús la sana, afirmando que su fe ha sido la clave de su curación. Del mismo modo, la historia del hombre que ruega a Jesús que salve a su hija recién fallecida ilustra una confianza sobrenatural en el poder de Jesús para devolver la vida, subrayando que nuestra fe puede llevarnos más allá del entendimiento humano y de la aceptación social.
Estos relatos enfatizan que la verdadera fe puede enfrentar burlas y juicios, pero solo necesitamos escuchar y confiar en Dios, quien reafirma y valida nuestra fe con actos de amor y poder. Al final, la fe nos lleva a presenciar milagros: la restauración de la vida y la sanación, testimonios del amor inagotable y la misericordia de Dios hacia nosotros.
(Guía Litúrgica)
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